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Cada brazada era como una corriente eléctrica que recorría sus músculos. Le encantaba nadar, sentir la fuerza de la profundidad del mar contra su cuerpo. Salió a la superficie a inhalar el aire mientras cientos de gotas martilleaban el mar y su cara. Una niebla creada por la lluvia le impedía ver La Push.

Había dejado al pequeño Palmer, enfuruñado y tremendamente ofendido con él, en casa con Billy. Se había empeñado en acompañarlo hasta la playa, pero si se llevaba a su sobrino con este tiempo para darse un chapuzón Rachel y Paul habrían olvidado que era el jefe de la tribu.

Anduvo hasta la orilla permitiéndose el lujo de no utilizar ningún bañador. Se estiró poniendo las manos tras la cabeza disfrutando de la lluvia y la brisa que caía sobre él. A causa de la alta temperatura en su cuerpo no tardó en secarse, se puso de nuevo la ropa y puso rumbo a casa. Una cena familiar le esperaba ahora que Rebecca había vuelto para unas semanas.

Al entrar Palmer se cruzó de brazos ignorando a su tío. Jacob le acarició la cabeza sin importarle el comportamiento del pequeño, en unos segundos le estaría rogando que jugara con él. Billy ya estaba sentado a la mesa y Paul iba y venía de la cocina preparando la mesa.

—¿Rachel está en la cocina? —preguntó mirando su padre al tiempo que robaba un panecillo de la bandeja que traía Paul.

—No me ha dejado ayudarla.

—¿A Rebecca sí?

—Tu hermana no ha vuelto aún.

—¿Aún no? —inquirió observando el reloj de pared—. Salió a tomar un café. Sabe que cenamos a las seis y media.

—Lleva poco más de una hora fuera. Seguro que se ha cruzado con alguna amiga.

—No es excusa, nos hemos juntado esta noche precisamente por ella.

—¿Tenías planes, jefe? —soltó Paul divertido al regresar con más comida.

—Sí, había quedado con Embry.

—¿Cómo lo lleva? —cuestionó Billy en voz baja. Jacob se dejó caer en la silla de al lado.

—¿Cómo quieres que lo lleve? Le habéis ocultado toda la vida que es medio hermano de Sam. Ahora ninguno se habla y como jefe soy yo quien está en medio.

—Sí, ha dejado caer que abandonará la manada.

—Paul —regañó Jacob entre dientes—. Son cosas privadas.

—Vamos, es mi suegro, no dirá nada.

—Y es mi padre, pero los miembros debemos lealtad a las cosas que se hablan entre nosotros. No quiero ni saber las cosas que debe saber Rachel.

—Como la certeza que tiene toda la manada de que Embry está colado por ti.

—¿Qué? —Jacob le fulminó con la mirada. Embry era su mejor amigo.

—Bueno... Es demasiado cercano a ti y siempre te está buscando en el garaje. Algunas veces cuando cerráis la puerta no sabemos qué estáis haciendo.

—¿Qué? —repitió más molesto.

—Embry nunca ha salido con nadie, es demasiado tímido. A ti te gustó ella y te rechazó a pesar de corretear por ahí con un vampiro. Él está pendiente de ti en cada momento, más que ninguno. Si tenéis algo no vas a perder autoridad como jefe.

—Paul, te recomiendo que te calles.

—¿Por qué solo ha quedado contigo para hablar de lo de Sam? —Jacob propinó un fuerte puñetazo en la mesa a la vez que se levantó.

El legado de ForksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora