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Tan solo en unas horas las cosas se habían complicado para todos. Verona desapareció de Forks dejando claro en su comportamiento que la próxima vez que la vieran no sería nada bueno. La manada leyó en la mente del alfa su extraña imprimación y algunos de ellos decidieron abandonar su puesto por no sentirse cómodos ni seguros bajo el mandato de alguien que se mezclaba con su enemigo. Sam, la mano derecha de Jacob, tomó el liderazgo que perdió años atrás y retomó la misma manada. Embry, Seth y Leah se quedaron al lado del verdadero alfa. Esa decisión llegó a oídos de los más viejos de la tribu que se reuniron de urgencia para apartar momentáneamente a Jacob de su papel de jefe y líder de la tribu.

Rachel se había revelado, pero como mujer de un metamorfo de otra manada no podía interceder por aquel al que muchos tachaban de traidor. Rebecca sentía que eso era su culpa, por haber dejado que un vampiro se acercara demasiado a los suyos. Jacob, por su parte, abandonó la reserva bajo el dedo acusador de la mayoría de sus vecinos. No tenía otro lugar al que acudir que no fuera la casa de Edward.

Este abrió la ventana en silencio dejándole entrar. Se perdió por el pasillo dándole un espacio a Jacob que no fue necesario pedir en voz alta. Cuando el olor a asado le llegó salió hacia la cocina donde Edward trajinaba de un lado a otro preparando una numerosa cena. Comió más por no hacerle sentir mal que por apetito. Después se tumbó en el sofá deseando envolverse en un sueño que no llegaba. Ni siquiera dijo nada cuando percibió el regazo del vampiro bajo su cabeza.

—Lo siento —dijo acariciando el pelo que nacía en su frente—. No debería haber desencadenado todo esto.

—No es culpa tuya, fui yo quien te imprimó.

—Y yo quien lo acepté —añadió divertido. Jacob le observó con los ojos entrecerrados con una leve sonrisa—. Supongo que es evidente, pero he renunciado a Rebecca. Es libre en todos los sentidos. A partir de ahora su dolor será menor.

—Es justo que ella se aparte de esto.

—¿No es justo para ti también? Tu manada más que nadie tiene que entender ese rollo de la imprimación. ¿De qué va? ¿Qué se supone que debo hacer yo?

—Solo eres mi alma gemela —contestó poco convencido.

—Un enemigo tu alma gemela —dijo con cierto sarcasmo—. Hay algo más, ¿verdad?

—No estoy seguro.

—Habla —ordenó tapando su nariz con dos dedos. Jacob apartó la mano de un manotazo.

—La imprimación te une a la persona más adecuada para trasmitir, digamos, con más fuerza y calidad los genes de un metamorfo.

—¿Cómo la elección de un vampiro con su novia?

—Más o menos. —Frunció el ceño al pensar que esa era su única intención hacia Rebecca.

—¿Quiere decir que tu tribu te ha apartado y señalado por qué tiene miedo a que tengas un híbrido de lobo y vampiro que sea mucho más fuerte que ellos?

Jacob abrió los ojos hacia el techo cayendo en la cuenta de que no había pensado en eso. ¿Era el miedo a lo desconocido lo que les impulsaba a actuar así? ¿Era verdad que podría tener descendientes con Edward?

—¿De verdad lo crees? —preguntó buscando los ojos de Edward desde abajo—. Es imposible. De ser así debería poder pasarte los genes y no creo que... Bueno, que... —No sabía cómo verbalizar sus pensamientos.

—¿Qué pueda concebir?

—Es biológicamente imposible —añadió sorprendido e impresionado.

—No lo sé. También es un hecho anormal que un vampiro y un lobo estén así, hablando en calma en un sofá.

El legado de ForksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora