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Pasó toda la tarde en compañía de Rebecca observando el reloj de vez en cuando pensando en lo que sucedería llegada la media noche. La chica era divertida, risueña y le gustaba pasar cierto tiempo con ella. No se negaba a darle un beso, pero no buscaba ser él quien iniciara el acercamiento. Se limitaba a rozar su mano o su brazo fingiendo un amor que no sentía. Lo que sí sentía era una inmensa curiosidad por lo que el lobo iba a decirle y si Rebecca se volvería histérica al pillarlos a solas en el bosque situado más al norte del pueblo. Quizá eso serviría para llevarla consigo a la casa y empezar el proceso de una vez.

Por un momento Alec entró en sus pensamientos haciendo que dejara de escucharla. Si sabía de sus planes con ella y le descubría junto al lobo tendría una pésima opinión de él.

—Estás muy callado.

—Es porque quiero preguntarte algo directamente. —Rebecca se removió para mirarle de frente, sonriendo.

—Imagino lo que quieres saber.

—¿Vas a quedarte? —cuestionó un tanto brusco.

Estaba entre la espada y la pared. Esperaba que se quedara, formar una familia que no deseaba, al menos de esa manera, y desatar la tan esperada guerra que le trajo aquí. Sin embargo, no le importaría que decidiera marcharse. Buscaría la oportunidad de acercarse a Alec y emprender esa venganza junto a él. Después viajaría a Transilvania para hacer sufrir a los monjes que le obligaron a cambiar de vida.

—¿Cuáles son tus planes? —preguntó ella de vuelta.

—Que dejes la reserva. Ibas a hacerlo igualmente en tres días. Ven a mi casa, ven a vivir conmigo.

—¿Qué? —Vio cómo se quedaba pálida al oír su propuesta. En su mente pasaba la opción del matrimonio, no podía repetir el vivir con un hombre sin estar casada. Sobre todo tan cerca de su familia.

—Quiero empezar una vida a tu lado, Rebecca.

—Apenas hemos comenzado una relación. Tu hermana está en esa casa, que por cierto ni siquiera sé si le has hablado de mí.

—Por favor, Rebecca, está harta de oírme.

—Ahora puedo decirte que me encantaría tener esa vida, siento cómo crece día a día un sentimiento especial hacia ti —confesó colocando una mano sobre su pecho—. No me apetece volver a la ciudad, allí tengo recuerdos que no me gustan. Hace años que deseo formar mi propia familia, envidio la que tiene mi hermana. Sin embargo, no soporto ser la hermana del gran líder ni aquella a las que las cosas no parecen salirle bien.

—Conmigo no serás señalada como nada de eso. Si me das una oportunidad me estarás dando la opción de volver a contar con lo que perdí en el pasado. Apenas conocí a mi madre —dijo sin mentir.

La perdió unos años antes de transformarse. Al conocer a Istria se convirtió en un padre, en un maestro y un referente no solo como un vampiro antiguo. Junto a Verona sintió que tenía la familia que perdió siendo aún un humano. Aunque ella era más joven biológicamente los años que le llevaba la hacían mucho más madura, experta y mental que él lo que la hacía verla como una madre o una hermana mayor. Istria acertó al crear unos documentos para hacerlos una familia más real.

—Siempre he querido ser padre —continuó tras fingir tragar saliva, la emoción al hablar de ellos era cierta—. En ti he encontrado a la mujer que representa el futuro, la estabilidad y el amor.

Rebecca sonrió con las mejillas teñidas de rojo y los ojos brillantes de emoción y alegría.

—Formemos ese futuro, Anthony —exclamó poniéndose en pie y rodeando el cuello de Edward en un fuerte abrazo.

El legado de ForksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora