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Permaneció oculto hasta que el amanecer bañó la reserva con sus primeras luces. Entró en su casa por la ventana, se dio una ducha rápida y volvió a salir esta vez en dirección a la casa de Embry. Golpeó el cristal del cuarto de su amigo hasta que este se despertó, con el pelo revuelto y los ojos entrecerrados por el sueño. Le dedicó una mirada de incredulidad y asombro.

—¿Sabes qué hora es? ¿Ha pasado algo? —preguntó preocupado al ver la cara de Jacob.

—Hazte a un lado —ordenó. Embry asintió echándose hacia el rincón de su habitación, sabía que a su amigo le ocurría algo serio—. Tengo malas noticias.

—Te ayudaré en lo que sea.

—Esto no tiene solución, solo una medida que haga que esto no crezca más. Una imprimacion no se puede omitir, pero si la otra persona no la experimenta el dolor será menor. Lo mejor es evitar cualquier tipo de encuentro.

—Creo que no te sigo. ¿La imprimación de la que hablas es la tuya? ¿La otra parte no la ha notado? Eso es imposible.

—Tenía una piedra —explicó con efusividad haciendo varios gestos casi como si hablara con él mismo—. Sin ella es como si se quedara expuesto ante mí. Todo se volvió más trasparente y vi en su interior cosas que no vi en nadie más, pero no le miré a los ojos por lo que sé que su parte en la imprimación está desactivada. No me preguntes el porqué, pero es así.

—¿Puedo preguntar quién es? Llevas años esperando conectar así con alguien. —Jacob frunció los labios.

—Esas son las malas noticias, Embry. Si la imprimación se acepta por ambas partes sé que será imposible negarme a ella y sufriremos todos.

—¿Quiénes? En una imprimacion nadie sufre. Mírame a mí, pensaba que olvidarte sería lo más difícil del mundo y la imprimación te salva.

—Lo que temo es el dolor de Rebecca. He imprimado a su chupasangre —escupió molesto—. Voy a impedir por todos los medios cruzarme en su camino y que ponga los ojos en mí y tú vas a ayudarme. Por supuesto no dirás ni una palabra a nadie.

—Dalo por hecho, Jake. Soy leal a ti como amigo, líder, alfa y jefe.

—Confío en ti, gracias —dijo antes de darle un fuerte abrazo.

¦¦¦

Desde que el ataque a los turistas se vio interrumpido por el alfa juró que se vengaría de él, para colmo no había vuelto a encontrarlo y sus ideas de cómo hacerle daño se multiplicaban. Al menos tenía un plan que no fallaría. Había leído en la mente de Rebecca las ganas que tenía de estar a solas y él ya retrasó demasiado lo que debía hacer. Tras un mes en Forks había logrado sentirse cada vez menos atraído por ella, más respecto a su hermano, y logró que Alec no le dirigiera la palabra desde que le confirmó su entrada al juego de volverse visible para Rebecca. Aquella noche pondría fin a casi todo, o eso esperaba.

Le pidió a Verona que buscara otro sitio para pasar la noche, ella con una sonrisa pícara aceptó de inmediato informando que iría a la ciudad a cazar. Improvisó una cena con lo que no se echó a perder de la última vez. El timbre le hizo soltar un suspiro y deseó que sus impulsos funcionaran con ella.

—Hola, he traído un dulce para Verona. Todavía no me creo que en Birmingham no lo hayáis probado.

—No, supongo que es un postre americano. Lo dejaré en la cocina, Verona ha salido.

—¿De verdad? ¿Estamos solos? —Edward le echó un vistazo antes de entrar a la cocina.

—¿Te importa?

—Para nada. Quiero decir, la otra vez no fui yo misma, no pude relajarme del todo.

—Ven a la cocina, Reb, he preparado algo.

Al entrar la abrazó por la espalda dejando un beso en el lateral de su cuello. Ella rio suavemente observando la mesa.

—¿Lo has hecho tú?

—No es gran cosa.

—Tiene buena pinta, Anthony, gracias. —Ella se giró en sus brazos para besarle. Supo enseguida que Jacob la había abrazo poco antes de salir de casa, todo su olor la envolvía.

—Por favor. —Fingió ser un caballero retirándole la silla para que tomara asiento cuando en realidad pensaba en mantenerse alejado de ese olor.

Durante toda la cena estuvo armando la mejor estrategia para empezar, pero sin que ella se sintiera incómoda. Le propuso ver una película acurrucados en el sofá. Le dejó escoger a ella mientras él cogía una manta y algunos snack.

Si hubiera podido dormir habría caído a los dos segundos de comenzar a verla. Odiaba las tramas románticas y sobre todo las que tenían un triangulo amoroso en el argumento. Se entretuvo en las patatas, nunca las probó y sentía curiosidad. Al primer contacto con la lengua no sintió nada, pero el fuerte sabor a ajo le hizo caraspear. Rebecca sonrió apoyándose en su hombro mirando la tele. En su mente pasó el pensamiento del frío que emanaba del cuerpo contrario y le abrazó por la cintura llevándose la manta junto a ella.

Edward odió el sabor del ojo que se pegó en su paladar, estaba a punto de saltar del sofá en busca de un cepillo de dientes cuando el pelo de Rebecca rozó su nariz. El estímulo que removía y despertaba la mezcla del olor, que aún le gustaba de ella, sumado a las notas del aroma de Jacob con el recuerdo de los labios suaves y abrasadores del lobo le hizo cerrar los ojos reposando la cabeza contra el sofá.

—¿Estás bien?

Se limitó a mirarla sin decir ni una palabra. Con un movimiento veloz se acercó para capturar sus labios, Rebecca ahogó un jadeo al notar el ansia y la desesperación en el beso. Jamás la besó así y ella no tardó en sumarse a esa actitud. Enredó sus dedos en el pelo cobrizo buscando pegarse al cuerpo de Anthony. Él agarró su cintura para tumbarla de espaldas en el sofá, esperó a su reacción mirando su cara y leyendo su mente. Rebecca colocó la mano en su nuca para aproximarlo a ella provocando que él dejara caer parte de su peso sobre ella.

Edward notó la buena respuesta de la chica agarando su costado, aferrando su pelo, profundizando el beso. Para su sorpresa Edward estaba tan encendido como ella. Jugaron con las lenguas creando un acercamiento que les invitaba a seguir. Edward abandonó su boca para besar su cuello donde la sangre circulaba notoria y cálida, pasó la lengua por su piel pensando en cómo sería poder morderla. Rebecca echó la cabeza hacia atrás disfrutando del tacto, si era capaz de jugar así en su cuello que pasaría al ir más allá. Comenzó a desaborchar los botones desde abajo notando la fría piel en sus nudillos mientras él mordió ligeramente su cuello para lamerlo después.

La camisa quedó abierta deslizando los dedos por el pecho despertando un jadeo en él. Ella esbozó una sonrisa al tiempo en que Edward bajaba con lentitud por su garganta hasta que sus labios rozaron su clavícula. Ansiaba que sus manos se colaran bajo su camiseta a la vez que ella acariciaba su espalda. Notó cómo él aspiraba el aroma en el hueco de su clavícula con un jadeo de satisfacción.

—Jacob —susurró contra su piel.

No fue consciente de sus palabras hasta que las manos de Rebecca le apartaron con brusquedad. El aluvión de reproches llegó en su mirada y en su mente.

—¿Jacob? ¿De verdad?

—No. —Se incorporó frotándose la frente—. En realidad no...

—¿En realidad no qué? —Se levantó indignada tropezando con la pata de la mesa—. ¿Estabas pensando en mi hermano? Me espera cualquier cosa menos esto.

—Rebecca, espera.

—¡Cállate, ni menciones mi nombre! Estaba tan equivocada contigo, hubiera preferido mil veces que fueras un vampiro a que tengas ese tipo de pensamientos con mi hermano. —Puso las manos sobre la cabeza, dolida e incrédula a partes iguales—. No puedo creerlo, tengo que salir de aquí.

—Espera, Rebecca. —pidió de nuevo poniéndose en pie—. Todas las advertencias de Jacob eran ciertas, soy un vampiro y no uno de los que conoces, soy el heredero del vampirismo antiguo.

—¿Qué significa eso? —preguntó aterrada.

—Que soy la extinción de tu tribu.

El legado de ForksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora