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—Te estás quedando conmigo, ¿verdad?

—Me temo que no. Puedes salir y echarle un vistazo tú misma.

—¿A Alec? Paso de los vampiros.

—Ya —dijo poniendo la mano en la manivela—, yo decía lo mismo.

Jacob salió al pasillo seguido de Rebecca. Al otro lado Alec trataba de esquivar a Edward para llegar al baño. Cuando sus ojos la enfocaron su nerviosismo e impaciencia cayeron como si ella hubiera borrado cualquier huella.

—¿Estás bien? —preguntó con dulzura. Jacob se echó a un lado en dirección a Edward.

Al llegar a su lado este le envolvió en un abrazo que le hizo participe del miedo que había pasado minutos antes.

—No te merezco.

—Olvídalo —pidió palmeando su espalda.

—No he luchado suficiente por ti.

—En todo caso hubiese sido por ti mismo. Eras tú quien estaba en peligro. Lo siento, yo tampoco he hecho suficiente por ayudarte.

Edward le estrechó en sus brazos deseando que no se apartara de él ni un segundo. En el otro lado del pasillo Alec observaba embelesado a Rebecca quien le devolvía una mirada confusa y alarmada.

—¿Necesitas que haga algo por ti?

—No es necesario, gracias.

La puerta de entrada, que se quedó entreabierta a la llegada de Alec, se abrió de golpe. Los tres entraron con la respiración levemente agitada.

—¿Qué ha pasado?

—Ha escapado, pero se la tengo jurada —explicó Seth. Embry puso los ojos en blanco.

—No harás nada. No me ha gustado nada eso de que vayas por tu cuenta.

—Oh, vamos. He cogido un atajo. Intentaba rodearla.

—No es una vampira como las de tu adolescencia.

—Somos tres lobos —se quejó Seth.

—Ibas adelantado, podría haberte hecho daño.

—¡Callaos! —gritó Leah—. Estoy harta de escucharlos.

—Seth, Embry tiene razón. Siempre ve con el grupo. Eres rápido y fuerte, pero con enemigos que desconoces es mejor ir juntos. Si te pasa algo arrastras a Embry. Métete eso en la cabeza.

—Sí —ofreció molesto. Mientras Embry no paraba de mirarlo.

Edward se tensó al ver los recuerdos del lobo contemplando al chico. La noche anterior habían tenido su primera vez y Embry se sentía mal porque esa inesperada pelea supusiera un enfado mayor. Se relajó al comprobar que Seth le dedicaba una mirada de disculpa. Edward percibió una punzada de envidia por el paso que dieron y en cierta parte por la relación que mantenían.

—Acompañad a Rebecca a la reserva, por favor. —Vio la ansiedad y preocupación en el semblante de Alec—. Gracias por acudir en cuanto has notado el peligro hacia Rebecca. Estaré más atento.

—Yo también —prometió Alec. Echó un vistazo a Rebecca antes de dirigirse a la puerta—. Voy al bosque, si encuentro algo os lo haré saber.

En cuanto se quedaron solos Jacob se dejó caer en el sofá. Edward le observó frustrado por no poder leer sus pensamientos.

—¿Estás cansado? —preguntó de pie al lado del sofá.

—¿Quieres hablar?

—Al menos un punto sí.

—¿Referente a qué?

—No vas a hacerme daño. —Jacob frunció el ceño, perdido.

—Es lo último que quiero.

—Nuestra relación es perfecta. Adoro verte dormir, escuchar tu suave respiración. Sentir tu calor, tu olor y hasta tu voz me da vida pero necesito un punto más.

—Creo que no te estoy siguiendo. —Se apoyó sobre los codos para verle mejor.

—Siempre te detienes y eso me hace pensar que no me deseas, que no me quieres. Sé que piensas que vas a hacerme daño porque tu fuerza como lobo pueda adueñarse de tus instintos. —Se sentó a su lado con una ligera sonrisa adornando su cara—. Voy a enseñarte algo.

Abrió la mano dejando a la vista la piedra que siempre llevaba consigo. Jacob alargó un dedo tocándola con curiosidad. El frío que recibió a su piel le fue gratamente familiar.

—Me la dio Istria antes de venir aquí. Se supone que con ella iba a poder leer la mente de todos.

—¿Leer la mente?

—Sí, aunque no funcionan contigo.

—Por eso preguntaste por qué estaba vacío. —Edward asintió.

—Veo lo que piensa Verona, Rebecca, Alec e incluso tus amigos. Sin embargo, tú no reflejas nada de tus pensamientos salvo en tu forma de lobo.

—¿En serio?

—Sí. Por eso sé lo que piensas, en algunas ocasiones claro. Crees que si avanzas dejaré de verte con los mismos ojos porque no vas a saber controlarte. No soy humano, Jacob. Mi cuerpo no va a reaccionar como crees.

—Lo siento, eres demasiado importante para mí.

—Lo sé, por eso también quiero que dejes de preocuparte por eso. He leído los recuerdos de Embry y he sentido una envidia muy grande.

—¿Qué le pasa a Embry? —Edward torció el gesto un tanto avergonzado por tener que decirlo en voz alta.

—Ayer él y Seth... Bueno, ya sabes... Que...

—Lo pillo, lo pillo —le cortó alejando esa imagen de sus amigos.

—No quiero presionarte, te lo prometo, pero debes entender que para un vampiro el contacto sexual es demasiado importante.

—Me dijiste que nunca habías estado con nadie, quiere decir que has aguantado muchos años.

—El nivel de lo que siento por ti y la intensidad no es comparada con nada que experimenté anteriormente.

Jacob le sostuvo la mirada unos segundos. No iba a engañarse a sí mismo, deseaba a Edward desde aquella vez que se besaron en el sofá. No se planteó el daño que podía estar haciéndole al hacerle creer que le rechazaba por falta de interés o incluso de amor. Asintió en silencio.

—¿En qué estás pensando? —cuestionó Edward preocupado por haber metido de alguna manera la pata.

El segundo de silencio le hizo temer lo peor. Jacob se sentó frente a él y con un movimiento veloz se deshizo de su camiseta provocando que los ojos del vampiro se clavaran en su torso desnudo. El lobo se apoyó en sus propias rodillas llevándose con él la atención de Edward. Comenzó a inclinarse sobre él recorriendo la nuca con la punta de los dedos hasta que se perdieron en su pelo. El vampiro disfrutaba el suave tacto y el brillo que encontró en los ojos de Jacob. Dejó que echara su cabeza hacia atrás mientras el lobo acarició el lateral del cuello con la nariz. Besó la mandíbula y la oreja del vampiro al tiempo que con la otra mano rodeó la cadera para hacerle descerder por el sofá para que se tumbara.

Sabía que le dio un dato peligroso, los vampiros disfrutaban de la sexualidad mucho y el lobo iba a jugar con eso. Incitaba a sus sentidos, despertaba sus impulsos usando las caricias, el calor y su olor sin llegar a besarle. El masaje en el pelo, su respiración sobre la piel, el peso de su cuerpo sabiendo donde posarse le estaba nublando los sentidos. Se atrevió a posar las manos en la espalda de Jacob, tan suave y musculosa que le incitó a morderle el cuello. Jacob se apartó sonriendo y por fin se acercó para otorgarle un beso tan lento, tan cargado de deseo y cariño que Edward sintió todo lo que Jacob llevaba guardando por temor a torcer su relación.

El legado de ForksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora