Capítulo veinte: Te quiero

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Si alguien me hubiese dicho que un día mi suerte en el amor daría un giro tan drástico e inesperado..., seguramente me habría reído hasta llorar.

¡Un momento! ¿Amor?

Venga, [Tn], no nos desviemos del tema, ¿vale?

El caso es que habría reído hasta llorar, pero no estoy carcajeándome ni mucho menos; sin embargo mis ojos cerrados sí se anegan en lágrimas que no tardan en rodar por mis mejillas, y cada una va por cuenta de esta dicha que experimento a causa de este hermoso hombre que me empala despacio, mientras me mantiene sujeta por debajo de las rodillas.

Me aferro a su cuello siendo esclava del momento. Inhalo a través de los labios entreabiertos sintiendo el roce de su nariz contra la mía.

—Te quiero, Melody —dice por lo bajo, empujándose hasta donde mis entrañas le permiten llegar—. Te quiero... —repite.

Un gemido ahogado se escapa de mis labios en tanto me estremezco recibiendo los suyos.

No puedo creer que he sido incapaz de responder conforme a lo que vibra y enardece en mi interior. Pero es que no puedo. No puedo admitir que lo correspondo. Si lo hago, no habrá marcha atrás. Sería como firmar una sentencia que...

Mis pensamientos son mandados a callar ahora que mi gemido sonoro llena el silencio que nos envuelve en esta burbuja pecaminosa.

Echo la cabeza hacia atrás, y Shanks no desaprovecha la oportunidad de besarme el cuello en tanto entra y sale de mí despacio.

Soy toda sensaciones...

Él no se ha quitado los bóxers —que es lo único que cubre su desnudez total—, y yo aún conservo la camisa que he tomado de su ropa.

Me la puse antes de venir aquí, porque quería sentirme abrigada por su olor mientras me entregaba a mis pensamientos.

Nunca me planteé que él despertaría y que vendría a buscarme después de que lo hicimos durante casi dos horas.

Creía que Shanks estaba exhausto, pero parece que tiene energía de sobra, o que al menos ha recuperado gran parte de ella; sino, no estaría empalándome de esta manera tan deliciosa y delirante que por poco me nubla el juicio.

No hago mas que aferrarme a su cuello y liberar gemidos ahogados manteniendo los ojos cerrados.

El mero hecho de pensar en el contoneo de su cadera y la manera en que su abdomen firme y plano se contraía con cada movimiento allá en la cama, es algo que me altera el pulso poniéndome más inquieta de lo que ya estoy.

No puedo creer que estemos haciéndolo otra vez. No puedo creer que hubiese aceptado pasar la noche con él. No puedo creer la suerte que tengo...

El cosquilleo en mi interior caliente y resbaladizo se vuelve una serie de pulsaciones que me elevan hasta ese cielo estrellado que casi puedo tocar sin moverme de lugar.

DÉJÀ VU ━━ [En curso] 《66》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora