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Si tengo suerte podré escapar de aquí de una vez por todas.

Limpio mi cara con la tela de mi ropa de plebeya —que está sucia— y miro a los alrededores buscando que no me vea ningún sirviente, ni el mayordomo que siempre se la mantiene rondando por estos lares en busca de que nada salga mal, como por ejemplo lo que yo estoy haciendo.

Los arbustos me dejan un buen lugar donde esconderme, miro a un lado viendo si no hay muros en la costa o mejor dicho "servidumbre molesta".

—¡Maldición! —grito con el corazón casi en la garganta al ver al príncipe James delante de mi.

Está mirándome desde su altura con los brazos cruzados y una ceja alzada, el cabello rubio le cae en la frente y la piel de porcelana me daña los ojos. En el buen sentido.

Estoy agachada entre los arbustos y no sé cómo carajos me encontró, pero lo mejor que puedo hacer es fingir demencia. Es lo mejor que puedo hacer. Y lo mejor que hago hasta el momento.

Miro mi ropa sucia de plebeya y su ropa limpia de la realeza. Que jodido.

—¿Qué haces? —pregunta con toda la severidad y educación del mundo.

—Jugar con tierra, ¿No te jode? —aprieto los labios y me pellizco la mano.

¿Por qué tienes que ser tan grosera, Meghan?

—Lo siento, digo... eh —miro a todos lados—. ¿Mamá está en el palacio?

Asiente sin decir nada y sigue mirando fijamente mi ropa como si tuviera un vómito mental. Principito de papi.

Me levanto como si no estuviera a punto de escapar. El mayordomo me divisa y camina en mi dirección con su monóculo y su peinado de trabajador del año.

—Aquí estaba, señorita Meghan —se detiene al frente de mi—. La reina la está buscando...

Ruedo los ojos. Necesito que me diga algo nuevo, esa ya me la sé de memoria desde que llegué aquí.

—Dile a mamá que después iré, dile que pasaré unos momentos con mi hermano James —me acerco al príncipe y este me mira con una mueca e intenta alejarse.

—Dile a mamá que no pasaré rato con esta plebeya —se aleja como el ridículo que es.

Alphonse nos mira a los dos con el ceño fruncido y las cejas arqueadas. Suelto un sonido de frustración y sigo a Alphonse hasta el camino por el castillo.

—Gracias por la ayuda, príncipe James —miro de reojo como me da una sonrisa falsa.

—De nada, plebeya.

Imbécil James.

Alphonse finge el jadeo de indignación al ver cómo mis zapatos llenos de tierra ensucian la entrada del palacio. La alfombra roja con bordes dorados se ensucia con cada paso que doy. Que lástima, es tan hermosa.

Cruzamos algunos pasillos de este gran palacio hasta dar con los tronos del rey, la reina, el príncipe y la princesa. Princesa de mierda ojalá dejes de existir algún día.

—Princesa Meghan —un sirviente que pasa hace una reverencia.

Le correspondo con una sonrisa falsa.

Miro hacia los tronos donde están sentados el Rey Román y La Reina Elena. El príncipe James se sienta en su debido trono y recuesta su mejilla en su puño. Medio sonríe cuando me ve y le doy una mirada de pocos amigos.

—Rey Román, Reina Elena —sostengo los lados de mi vestido de plebeya y bajo un poco haciendo una casta reverencia, luego miro a James—. Príncipe Idiota.

Realeza Encantada #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora