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En otro lado.

El humo sale de mi boca y se esparce con el viento alejándolo. Me muerdo el labio y entrecierro los ojos mirando a otro lado. Suspiro y tiro la colilla del cigarrillo al suelo y lo piso.

—Que mala costumbre —ruedo los ojos.

Comienzo a caminar y me sigue, rara vez lo hace, lo cual significa que algo malo pasó. Necesito respirar antes de que me diga algo realmente malo y termine partiéndole la cara por inútil.

—Habla. No tengo todo el día —murmuro y cruzo la calle.

El silencio se apodera entre nosotros y no lo presiono a pesar de que estoy impaciente por saber y quitarme la duda de encima.

Ladeo la cabeza cuando desde la montaña se ve de lejos el reino de Trywel, la ansiedad me pica en la mano por agarrar un puto cigarro de nuevo. Desde hace días mi plan se va a la mierda cada vez, y todo por esa… esa…

Maldita sea.

Suspiro y me rasco el puente de la nariz. Tengo que pensar con la mente en blanco, tengo que hacerlo solo si quiero ver resultados, si quiero ver resultados que yo quiero, no resultados que salgan. ¿Una buena distracción? ¿Amor? ¿Sexo? ¿Dinero? ¿Todo junto?

Me relamo los labios y cierro los ojos. Esto va a ser más difícil de lo que pensaba, y todo por su culpa.

—Unos de los cocineros de Elaetus difundió un rumor que ya fue desmentido —susurra lentamente.

Se calla. Y lo hace porque sabe que estoy tratando de no arrasar con todo y matar a ese sucio cocinero pueblerino. Una tarea tenía y ni eso pudo hacer el muy inútil.

—¿Rumor? —hablo detenidamente.

Lo escucho hacer un sonido de confirmación y aprieto la mandíbula.

—La princesa sigue a salvo en el castillo, no hubo secuestro —menciona—. A pesar de todo, han reforzado la seguridad del castillo y están buscando cuál de todos sus cocineros fue.

Cierro los ojos estresado y la desesperación pudo más haciéndome sacar una caja de cigarros, le ofrezco uno y niega. Me encojo de hombros y saco un encendedor de mi otro bolsillo encendiéndolo e inhalando.

Boto el humo y espero unos segundos para volver a hablar.

—¿Sabes quién fue? —le pregunto.

—No.

Pero yo sí.

Vuelvo a inhalar del cigarro para no darme la vuelta y propinarle un puñetazo. Pero con la nicotina todo se arregla.

—Pero solo una persona sabe hasta ahora —continúa—. A la persona que le dijo eso el cocinero tuvo que ser de la realeza, y esa persona se lo dijo a los demás. No sabemos si es un rey, una reina, un príncipe o una princesa.

Asiento un poco más relajado por el efecto de la nicotina en mi cuerpo. No pude elegir otra adicción como el café, no, tuvo que ser un puto cigarro.

—¿Algo más? Y que sea bueno, por favor

Volteo y veo que hace una mueca. Claro, no podía ser bueno teniendo ayudantes tan imbéciles.

—La princesa es muy astuta, no sé cómo lo logra, Pero es… no lo sé.

—¿Cómo que no lo sabes?

—Es que… —suspira—. En clases siempre está sola si no fuera por su hermano, y es extraña, es como si no supiera nada del mundo en el que vive, Pero a la vez supiera todo, tienes que verla con tus propios ojos.

Realeza Encantada #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora