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Meghan


Salimos de la habitación de Damen y él nos hace un tour por su casa. Es grande, no tanto como un palacio, pero lo es. Tiene 6 habitaciones en este lugar incluyendo la suya. Brooks no se quedará constantemente, vendrá y se irá, de un lado a otro. Ahora que lo pienso nunca supe donde dormía Brooks.

Estoy distraída mirando mis pies mientras camino hasta que mi andar comienza a ser lento. Damen y James se adelantan. Siento la respiración de Brooks en mi nuca.

―Me debes un beso, Meghan. Lo quiero. ―murmura tan bajo que tuve que hacer un esfuerzo para entenderlo.

―No te debo nada, Blake ―gruñe molesto por el apodo.

―Así no me llamo y lo sabes.

―Lo sé ―me toma de la muñeca para detener mi caminar.

Alzo la mirada para verlo, nuestra diferencia de altura no es mucha, pero de igual manera tengo que hacerlo. Él baja la suya. El cabello le cae por encima de las cejas y me mira con los ojos azules más intensos que he visto nunca. Posa una mano en mi mejilla y se inclina.

―No te besaré hasta que lo aceptes y sé que eso tardará, no me hagas perder la cordura hasta entonces, Meghan ―pasa el pulgar por mi labio inferior.

―No hago nada que pueda hacerte perder la cordura.

―Es ese el problema, no haces nada.

Carraspeo y me doy la vuelta siguiendo el camino por donde fueron Damen y James. Fingir que no noto sus insinuaciones es lo que seguiré haciendo, dejaré de lado la manera en la que me toca, me mira. No puedo concentrarme en él, no puedo con todo lo que tengo encima, no puedo darme la libertad de darle un poco de mi atención, besarlo, tocarlo. Porque sé que si le doy solo un minuto terminaré perdida en él y todo lo que representa.

•۞•


Cuando me mostraron cual era mi habitación no salí de allí ni en un solo minuto. En unos minutos saldremos a hablar sobre lo que haremos, y lo demás. Los libros terminaron en los escombros del palacio y mi diario también. Tendremos que buscar información en otras bibliotecas, otros reinos.

Miro el tocador que está justo en frente de mi cama y me miro a través del espejo, la coleta de cabello que me improvisé ya está casi desecha, lo suelto por completo dejando que caiga en mis hombros. Mi cabello es ondeado en las puntas y liso arriba, abundante. Mamá siempre estaba encantada de hacerme trenzas en el cabello. Y ahora ya no está.

Me siento en el piso justo al lado de la cama y me permito llorar, acción que no he hecho desde que desaparecieron. Lloro por mamá, por papá. Lloro por la persona que está causándonos esto, lloro por el pueblo, por la magia, por las personas. Lloro por mí. Por no poder hacer nada para detenerlo, es frustrante ver como todo se derrumba y no poder hacer nada al respecto. Todo era mucho mejor cuando vivía con papá, cuando solo me preocupaba por no recibir mi relato todas las noches. Y entonces, lloro también por papá.

Lo extraño, lo extraño tanto que duele. Contradecirme no me hará quererlo menos, lo extraño más. Y aborrezco el hecho de que haya muerto, era joven, tenía salud, solo desperté un día sabiendo que sufrió un infarto al dormir y ya está. ¿Por qué tendría que conformarme con eso? ¿Por qué tendría que conformarme con el hecho de que tuvo una muerte tan rara?

Quiero a James aquí, siempre me ha consolado en estos casos. Necesito un hombro en el cual llorar, una mano que acaricie mi cabello y me diga que estaré bien, necesito un hermano, necesito la otra parte de mí, lo necesito aquí conmigo y que no se despegue hasta que me haya desahogado con su ropa, con el calor de su abrazo, de sus palabras, de su dolor por el mío. No quiero, no quiero desahogarme con mi cuerpo, no quiero lastimarlo por algo de lo que no tiene culpa, no quiero hacerlo llorar a él también. No quiero.

Realeza Encantada #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora