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Meghan

 

El viento de la mañana es rápido, arrasador y envolvente. Cómo la magia. Cómo todo en realidad, o la mayoría de Elaetus.

La última palabra de mi padre al morir fue: “aprende primero quien eres para que después aprendas a ser princesa”. No sé si me alegra o me intriga.

Mi padre a pesar de ser un poco borde y distante, seguía siendo lo mismo; mi padre. A veces me sacaba de quicio con sus palabras y oraciones cortas y vacías, pero otras veces me dejaba anonada cuando contaba esas historias que, al parecer, solo el conocía.

Mi padre se parecía un poco a la mamá de kubo, el niño de la película, el que hacía origamis de papel. Más o menos ese era mi padre, era como la mamá de kubo, perdida en sus pensamientos, solo dando respuestas monótonas, pero que al contar una historia cambia todo el ambiente en el que antes estaba.

Extraño a mi papá aunque me quiera hacer la dura. Extraño sus palabras vacías, extraño sus historias, extraño su cara gruñona cuando hacía bromas, extraño sus regaños, extraño cuando hacía mi comida favorita. Todas estas dos semanas estuve haciendo como si no hubiese pasado, como si el siguiera vivo, como si me estuviera esperando cuando vuelva la próxima vez, como si jamás lo hubiese visto en ese tumba.

He estado haciendo cosas para olvidarme de la realidad que me quiere hacer caer todos los días. Con la realidad que tengo frente desde hace dos semanas, desde hace largos y extensos días dónde trato de ignorar el hecho verdadero. Y la realidad es que el murió, mi papá murió.

Tan difícil es aceptar la realidad que he estado evitando el tema con mamá, con papá, con James y hasta con Alphonse. Sigo que estoy bien, que está bien. Que todo está muy bien, cuando es todo lo contrario, todas las noches sueño con mi papá, con su voz, con su risa a medias, con sus ojos pequeños cuando reía. Al menos las pocas veces que lo hacía.

Siempre es un sueño, pero al despertar parece una pesadilla, una pesadilla cruel, oscura y malvada. Es como si mi mente quisiera recordarme lo que he estado ignorando estos días, en estos momentos la mente es mi peor enemigo, un enemigo que me mantiene en la constante realidad, realidad cruel y odiosa.

El pecho se me hunde en busca de aire, que no consigo, el dolor en el pecho por no conseguir respirar se intensifica, pequeños jadeos de desesperación salen de mi garganta al no poder respirar, pero sé, estoy segura que mi respiración está regular, pero como dije, la mente es el peor enemigo del ser humano.

Un ruido sordo perturba mis oídos haciéndome cerrar los ojos del palpite de mis sienes. Las lágrimas me hacen sentirme ahogada en ellas, la garganta me pica, me la quiero arrancar para sentir el aire en mis pulmones, clavos mis uñas en la palma de mis manos resistiendo el impulso de clavarme las uñas en la garganta.

El nudo en la garganta no me deja tragar, la boca se me seca y me siento cada vez más asfixiada por el mismo aire que está ahí, pero a la vez no. Las lágrimas salen cada vez más, todas por diferentes razón. Por mi padre, por saber lo que estoy pasando y no poder detenerlo y por miedo.

Miedo. Tengo miedo. Mucho miedo, estoy asustada, de todo. O de todos en general.

Mi visión es opaca, me arden los ojos, la piel, me hormiguean los dedos, la garganta, siento palpitar mi corazón por todo el cuerpo. Lo siento retumbar por cada parte de mi cuerpo, por mi cuello, espalda, pecho, brazos y piernas. Siento…

—¡Meghan! —nada.

Vuelvo a la nada, como si no hubiese pasado nada, un escalofrío recorre mi cuerpo.

Realeza Encantada #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora