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Meghan

 

Mi abuela y los demás se fueron a primera hora en la mañana. Tuve que estar presente para despedirlos, pero estaba más muerta que viva. Sean me dijo por última vez, que lo pensara muy bien, pero yo me seguí negando.

Una vez que se fueron regresé a mi cuarto y me tiré en mi cama para dormir hasta las doce del mediodía. No hay nada mejor que dormir.

Despierto por un peso encima de mi. Es James, está acostado de espaldas encima de mi y está cantando una canción que cantaba cuando era joven y me molestaba y entonces la cantaba más seguido y más cerca de mi. No tiene ni un ritmo que tenga sentido, simplemente son palabras que no se entienden.

—Vamos, vamos, vamos todos a celebrar que todo acabó, la maldición se rompió y el rey ganó. Vamos, vamos, vamos todos a llorar, porque todo fue una trampa y nadie ganó, ya que el villano venció.

Me levanto de un salto tumbándolo al escuchar de nuevo la canción. Joder. Todo tiene sentido ahora.

Escucho a James quejarse, pero no me importa, necesito saber más de esa canción.

—James, esa canción, ¿Dónde la escuchaste?

Me mira mal y yo le sonrío como disculpa.

—Pensé que la odiabas —me encojo de hombros.

—Aún la odio, pero no importa, dime dónde la escuchaste —parecer pensar.

Se levanta del piso y se sienta en el borde de mi cama.

—Creo que se la escuché a una pueblerina cuando era niño, tenía seis años, éramos niños los dos, creo que la vi por primera vez en un desfile y luego me empezó a “gustar” e iba mucho hacia el pueblo, ella me la cantó y se me quedó —me cuenta mientras se recuesta en mi cama.

—¿Y que fue de esa niña?

—No lo sé, dejé de verla cuando inicié la escuela, por las exigencias que tenía no tenía tiempo de ir a verla —le resta importancia.

Asiento y me vuelvo a acostar en la cama pensando en la canción.

Pero luego recuerdo que James me despertó y me enojo.

—Deja de despertarme con esa canción horrible, por favor —me tapo la cara con la almohada.

Me rio bajo y me sacude.

—Despierta, es tarde —suelto un gruñido de negación.

No quiero, tengo sueño todavía. Quiero decir, pero eso no es lo que digo.

—¿Qué hora es?

—Son las doce, es tarde, te estoy diciendo —me regaña.

Ruedo los ojos y me remuevo en la cama como un gusano mientras me quejo con soniditos que salen de mi garganta frustradamente.

Salgo de debajo de la almohada, seguramente con el pelo hecho un desastre y con una sonrisa en mi rostro.

—Esa sonrisa no me gusta nada…

Le hago caso omiso a lo que dijo y me voy corriendo a mi gigante armario, busco unos pantalones blancos pegados a las piernas, como los de James. Una camisa azul clara de botones con vuelos y un saco azul oscuro encima. Y como toque, me pongo un listón en el cabello, después de peinarme, claro.

Uso unas zapatos blancas y bajas en los pies y no me maquillo. salgo y veo a James que está con su celular. Alza la vista y rápidamente rueda los ojos.

Realeza Encantada #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora