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➳ |Epílogo. (T2)

El complejo de edificios de La Sellada, era una residencia de Magos y Brujas. Ubicada en un pueblo de la ciudad de Tongyeong, en la provincia de Gyeongsang del Sur al sur de Corea del Sur. Era una comunidad de hechiceros de bajos recursos, o de quienes esperaban obtener un terreno en el majestuoso Valle Dorado, que quedaba a 46 kilómetros de distancia.
Mayormente, en La Sellada, residían jóvenes solteros, o parejas jóvenes, con un solo hijo o varios, pero los que se encargaban del orden y manejo eran los viejos y jubilados hechiceros y hechiceras. Los edificios de La Sellada ocupaban una gran manzana, se conectaban entre sí a través de puentes cubiertos en los cuales siempre estaban llenos de cajas de frutas podridas o ropa que los vecinos no utilizaban y gatos perdidos.
La estructura estaba en deterioro. Los edificios eran inclinados pero a nadie parecía importarle la estructura puesto a que los más jóvenes del recinto corrían de arriba a abajo sin problema, y muchos salían de la gran puerta de entrada hacia el parque Brown, empujando accidentalmente a quienes querían entrar.

— Hola, Hyeongjun. — saludó un niño pecoso y sin los dos dientes frontales.

— Hola Dae… — pero el pequeño niño no esperó el saludo y salió corriendo cuando los gritos de In Hun se escucharon desde adentro.

—-¡Niños, no corran! ¡Podrían lastimar a alguien! — Pero los diez niños siguieron su camino.

Hyeongjun no recuerda la última vez que jugó con ellos. Sabía que fue antes de recibir su carta de Hogwarts. Varios de esos niños lo dejaron de lado cuando sucedió ese milagro, pues dos de ese grupo ya sobrepasaba los 13 años y -siendo hijos de magos y brujas- jamás recibieron su carta.

“¿Te crees mucho por recibir esa asquerosa carta, no?”

Aquel recuerdo llegó a su mente, en donde sus supuestamente amigos lo empujaron al estiércol de cabras. Su padre había presumido por todo el recinto su admisión a Hogwarts ya que los del La Sellada eran magos y brujas olvidados, en donde las descendencias de las familias no obtienían ni una miga de magia. Eran squibs

—¡Oh! Ya están acá. — In Hun bajo los escalones, seguida de dos tipos jóvenes, uno alto y corpulento, mientras que el más bajo era delgado y mantenía una piel tan blanca como el de una porcelana, ambos tenían sus camisas sucias y llenas de grasa. In Hun era una anciana rechoncha y casi pelada. Sus arrugas parecían moldearse. — Pensamos que llegarían a la noche. ¿Dónde está Song Dong Seok? — la anciana miró por sobre la espalda de Yumi, la madre de Hyeongjun, sin encontrar nada.

— Viajamos toda la noche en el tren de los muggles. — Yumi se agacho cuando un destello de luz le pasó por arriba, al igual que Hyeongjun. — Song está de viaje. — dijo desinteresada y buscando a quien provocó el hechizo.

— Es Hikaru. La hija menor de la familia japonesa Ezaki, del cuarto piso del edificio dos.  Ha obtenido magia. ¡Es genial! — la anciana le ordenó a su hijo y a su pareja, ayudar a los Song con los baúles para llevarlos al departamento.

Hyeongjun observó hacia una ventana donde la pequeña Hikaru, la cual -hace tres años le pintaba las uñas-, jugaba con una luz que le destellaba desde los dedos.

— Nos enteramos hace un mes. Todos esperamos ansiosos a que reciba su carta, dentro de una semana cumple once.

— Que siga practicando, no debe olvidarse.

Mientras iban subiendo las escaleras, Hyeongjun observó la pintura rasgada en las paredes  cubiertas de humedad y olor terroso. La Sellada necesitaba mantenimiento y menos habitantes ya que, con cada paso que daba, tres personas lo empujaban.

Su mamá solía contarle que no siempre vivieron ahí. Resulta que en sus primeros tres años de vida, la familia vivió en el Valle de Godric pero -por circunstancias no deseadas-, fueron obligados a mudarse a los recintos. Un lugar de mala muerte, donde vivían casi mil magos y brujas, como squibs deseando algun dia obtener magia, incluso un edificio estaba poblado de duendes jubilados o con capacidades diferentes.