Seth
La luz del amanecer comenzó a colarse a través de las cortinas, dibujando sombras suaves sobre la habitación. Llevaba horas así, con los ojos fijos en Maia, observando cada pequeño movimiento, cada leve gesto que indicara que estaba despertando. Finalmente, la vi moverse. Un temblor recorrió su cuerpo antes de que sus ojos se abrieran lentamente, parpadeando con desorientación y miedo.
Me acerqué a ella, ignorando el dolor punzante en mi costado. Estaba agotado, pero no podía permitirme mostrarlo. Mi rostro, endurecido por la fatiga, se suavizó al ver la confusión en sus ojos.
—Maia... —llamé su nombre en voz baja, lo suficiente como para que sus ojos azules se enfocaran en mí.
Vi el pánico destellar en su mirada, su cuerpo encogiéndose sobre la cama en un intento instintivo de protegerse. Levanté una mano, tratando de transmitir calma, aunque sabía que no sería fácil.
—Tranquila, estás a salvo —dije con voz ronca, el cansancio se notaba en cada palabra, pero me esforcé por mantener la firmeza en mi tono. Quería que supiera que podía confiar en mí, al menos en este momento—. Necesitas comer algo.
Sus ojos me miraron con una mezcla de confusión y miedo. Estaba claro que no sabía si confiar en mí, pero cuando pronuncié su nombre una vez más, la vi asentir ligeramente. Aun así, su cuerpo no dejaba de temblar.
Me obligué a ponerme de pie, aunque cada movimiento enviaba una oleada de dolor a través de mi costado. No podía permitirme flaquear ahora. Maia necesitaba sentir que yo tenía el control, por su bien y por el mío.
—Voy a prepararte algo de comer —dije mientras caminaba hacia la puerta, mi voz manteniendo una autoridad que casi parecía natural—. Solo... no intentes levantarte. Tienes que recuperar fuerzas.
Salí de la habitación con pasos firmes, pero apenas cerré la puerta, el dolor volvió con fuerza, casi haciéndome perder el equilibrio. Apreté los dientes, decidido a ignorarlo. No podía permitirme debilitarme. Tenía que mantenerme fuerte, por ella.
Cada paso hacia la cocina fue una tortura, pero mis pensamientos estaban demasiado ocupados en lo que había ocurrido la noche anterior para prestarles atención. Recordé la lucha por mantenerme despierto, vigilando cada respiración de Maia, cada espasmo que sacudía su cuerpo. La ira ardía en mi pecho al recordar todo el daño que le habíamos causado.
Respiré hondo, obligándome a mantener la calma. Necesitaba controlar mi furia, aunque era lo único que realmente quería en ese momento. Maia dependía de mí, y no podía fallarle.
En la cocina, con movimientos lentos y precisos, preparé un plato con lo que pude encontrar. Algo sencillo, pero suficiente para que Maia recuperara algo de fuerzas. Cada segundo que pasaba, la determinación se afianzaba más en mí. A pesar del dolor, a pesar del cansancio, tenía que seguir adelante. No había espacio para la debilidad.
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La Princesa de Papá (En edición)
Romance"La Princesa de Papá" (Primer libro de la biología Estragos de una Venganza) Maia Reboredo, la hija de un poderoso y peligroso multimillonario, vive bajo la sombra de su padre, protegida por su dinero y su control. Pero su mundo perfecto se desmoron...