"La Princesa de Papá" (Primer libro de la biología Estragos de una Venganza)
Maia Reboredo, la hija de un poderoso y peligroso multimillonario, vive bajo la sombra de su padre, protegida por su dinero y su control. Pero su mundo perfecto se desmoron...
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Seth
Mis muñecas seguían esposadas, y los cortes en la piel por el roce del metal seguían sangrando. Sofía y Christian, los hermanos que me habían traído aquí, me miraban como si estuvieran calculando cada movimiento.
Sofía se acercó lentamente, su figura envuelta en una especie de aura gélida. La sonrisa en su rostro no me daba ningún alivio.
—Supongo que tienes muchas preguntas, Seth —dijo suavemente, deteniéndose a unos pasos de mí. Sus ojos brillaban con malicia—. Pero dejemos algo claro desde el principio: no estás aquí por casualidad.
—¿Qué demonios quieren de mí? —pregunté, haciendo un esfuerzo por no dejar que el dolor o el miedo se reflejaran en mi voz.
Sofía intercambió una mirada con Christian, quien permanecía en silencio, con los brazos cruzados, vigilándome de cerca.
—Mi padre, Carlos, no es como su hermano. Él sí tiene ambiciones, y Maia es clave en todo esto.
Fruncí el ceño, procesando la información. Reboredo, el padre de Maia, había sido cruel, pero no en la forma que yo imaginaba que lo haría un hombre que quisiera someter a su hija. Yo había secuestrado a Maia para vengarme de él, para hacerlo pagar por todo lo que le había hecho a mi familia. Pero ahora, en este maldito giro del destino, había personas mucho peores que él que querían a Maia bajo su control.
—¿Por qué piensan que voy a ayudarles? —escupí, mis palabras llenas de desdén—. No tengo nada que ver con ustedes ni con Carlos.
Christian dio un paso adelante, su enorme figura proyectando una sombra intimidante sobre mí.
—Tú estás en esto hasta el fondo, Seth Vatz—gruñó—. No subestimes lo que está en juego. Sabemos que secuestraste a Maia y sabemos lo que sientes por ella.
La mención de Maia me atravesó como un dardo. Estaba atrapado. Sabía que había dejado de verla solo como una herramienta de venganza. Me había encariñado con ella, contra todas mis intenciones.
—Si creen que voy a ayudarles —dije con voz firme—, están más locos de lo que pensaba.
Sofía soltó una risa fría, como si mi desafío la divirtiera.
—La necesitamos mantener bajo control, Seth. Y tú eres la clave para lograrlo. No estamos aquí para que decidas, sino para que entiendas que no tienes elección. Mi querida primita no va a estar segura hasta que mi padre obtenga lo que quiere. Y si no nos ayudas... bueno, Daven no será el único en pagar el precio.