Seth
Estaba en la cocina, el cristal de la botella de whisky era mi único compañero en ese momento. El líquido dorado descendía por mi garganta, calentando mi cuerpo, pero no podía calentar mi alma atormentada. El dolor que sentía al ver a Maia sufrir, la impotencia de no poder borrar el daño que Bereth le había causado, era una carga que no podía soportar. Cada trago parecía no ser suficiente para ahogar la culpa y la rabia que me consumían.
Mi celular, olvidado sobre la mesa, vibraba insistentemente. Era Daven, llamando repetidamente. El sonido del timbre de llamada se mezclaba con el silencio denso de la cocina, pero no me molesté en contestar. No podía enfrentar la preocupación de Daven ni sus preguntas sobre lo que estaba haciendo. No en ese momento. La angustia que sentía era tan abrumadora que necesitaba alejarme de cualquier distracción externa.
Las imágenes de Maia, herida y quebrada, no dejaban mi mente. Su angustia era un recordatorio constante de lo lejos que habíamos llegado y lo mucho que había perdido en el proceso. Mi respiración era errática, el alcohol no lograba disminuir el nudo en mi estómago ni el peso en mi pecho.
Con cada sorbo, la necesidad de hacer algo, de ofrecerle algún tipo de alivio, se hacía más fuerte. Sabía que lo que había hecho estaba mal, que cada decisión que tomaba podía llevarnos a un lugar oscuro, pero el tormento en sus ojos me llevaba al borde de la desesperación. No podía soportar la idea de que ella siguiera sufriendo, atrapada en una maraña de dolor que no había causado.
Finalmente, el sentimiento de desesperación se convirtió en una resolución. Dejé la botella en la mesa con un golpe seco, el eco del cristal contra la madera resonó en la habitación vacía. Me obligué a ponerme de pie, mi cuerpo tambaleándose ligeramente por el alcohol, pero la determinación en mi mente era firme.
Me dirigí a la habitación con pasos pesados, cada movimiento parecía un desafío, pero no podía dar marcha atrás. El pensamiento de Maia, sola y luchando con sus propios demonios, me empujó hacia la habitación. No sabía qué encontraría allí ni cómo lo manejaría, pero sabía que no podía seguir permitiendo que el dolor continuara sin hacer nada.
Al llegar a la puerta, me detuve un momento, respirando hondo, tratando de reunir la claridad que el alcohol había nublado. Mi mano se posó en el pomo de la puerta, y al girarlo, el sonido de la bisagra que se abría parecía ser un preludio a lo que estaba a punto de suceder.
Entré en la habitación con un propósito decidido. Mi corazón latía con fuerza, no solo por el alcohol, sino por la urgencia de ofrecerle a Maia un refugio, aunque fuera momentáneo, de la tormenta que le había tocado vivir. Era un acto de desesperación, una búsqueda de redención en medio de la oscuridad que nos envolvía.
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La Princesa de Papá (En edición)
Romance"La Princesa de Papá" (Primer libro de la biología Estragos de una Venganza) Maia Reboredo, la hija de un poderoso y peligroso multimillonario, vive bajo la sombra de su padre, protegida por su dinero y su control. Pero su mundo perfecto se desmoron...