Capitulo 24: Desconfianza

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Seth

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Seth

Los policías me empujaron hacia la patrulla sin ningún cuidado, las esposas apretándome las muñecas hasta el punto de sentirlas cortando la piel. El metal frío mordía, pero lo ignoré. Mis ojos estaban fijos en la ambulancia que se alejaba, llevándose a Maia, a Daven... y a mi madre. La sirena resonaba en mis oídos, aguda, penetrante, pero eso no importaba.

Intenté tragarme la tristeza, pero solo crecía, ardiendo en mi pecho. Maia... la había dejado ir. ¿Cómo pude permitirlo? No era así como debía terminar esto. Ella debería estar conmigo, bajo mi protección.

Un escalofrío de frustración me recorrió. Le había confiado a Maia a Daven, confiado en que él la protegería y la cuidaría. Pero él no entiende. Maia está herida, rota, y él no sabe cómo cuidarla. Nadie puede protegerla como yo. Nadie.

La confusión interna me consumía. No solo me atormentaba el hecho de que Maia estuviera en peligro, sino también mi propia confusión sobre lo que sentía por ella. ¿Qué era lo que realmente sentía? Era una mezcla de deseo, culpa, y una conexión que no comprendía completamente. Me había prometido a mí mismo que no debía involucrarme emocionalmente, pero ahora me encontraba atrapado entre mis propios sentimientos y la desesperación por protegerla.

La rabia interna se enredaba con la culpa, y me debatía en un tormento de emociones. Me había entregado a la policía para enfrentar las consecuencias y salvar a mi familia...pero ahora, al ver a Maia en esa ambulancia, me preguntaba si había hecho lo correcto. ¿Debería haber buscado otra forma de asegurarme de que estuviera a salvo? La decisión de dejarla en manos de Daven se sentía como un error irreversible. ¿Qué pasa si él no puede hacer frente a la situación? ¿Qué pasa si Maia sufre más por mi decisión?

Cada pensamiento, cada imagen de Maia, me golpeaba como una ola. La desesperación y la culpa se mezclaban en una lucha interna que no podía controlar. El peso de mi propia decisión me hundía, y me preguntaba si alguna vez podría redimirme de la confianza rota y de la angustia que ahora sentía.

La puerta de la patrulla se cerró de golpe, cortándome la vista de la ambulancia que ya no era más que una sombra entre las luces rojas y azules. Me recosté contra el respaldo, cerrando los ojos, intentando calmar la tristeza y coraje que me devoraban por dentro. No era el final, no podía serlo. Había sobrevivido a cosas peores, y una patrulla de policía no sería lo que me detendría. Pero el dolor... el dolor de ver cómo todo se escapaba de mis manos... ese iba a ser difícil de sanar.

La patrulla arrancó con un rugido en el motor, llevándome lejos de lo que había sido mi hogar.

Mi mirada se desvió hacia el horizonte, donde las llamas aún danzaban en la distancia. Los bomberos se movían frenéticamente, luchando contra el fuego que devoraba lo que quedaba de la cabaña. Las luces de emergencia y el humo se entremezclaban en un espectáculo que parecía sacado de una pesadilla.

La Princesa de Papá (En edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora