"La Princesa de Papá" (Primer libro de la biología Estragos de una Venganza)
Maia Reboredo, la hija de un poderoso y peligroso multimillonario, vive bajo la sombra de su padre, protegida por su dinero y su control. Pero su mundo perfecto se desmoron...
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Seth
La puerta se abrió con un crujido, y Sofía apareció en el umbral, una sonrisa macabra dibujada en su rostro al ver el caos que había dejado tras de mí. Sus ojos brillaban con una mezcla de satisfacción y diversión, como si el espectáculo que se desarrollaba ante ella fuera un espectáculo privado solo para sus ojos.
—Vaya, vaya, Seth —dijo, su tono juguetón llenando la habitación con una extraña calidez que contrastaba con la frialdad de la situación—. Parece que finalmente has encontrado tu instinto.
Sin pensarlo, me acerqué a ella, la rabia y la adrenalina impulsando mis movimientos. La tomé del brazo y la estampé contra la pared, sintiendo su cuerpo contra el mío, el aire entre nosotros cargado de una tensión palpable. Ella no se inmutó, al contrario, su sonrisa se amplió, revelando una satisfacción inquietante.
—Eso es, así se hace —murmuró, como si hubiera estado esperando este momento, como si cada golpe que había recibido me hubiera llevado a este instante de pura furia y descontrol.
Sus ojos desafiantes se mantenían fijos en los míos, y por un instante, todo lo que había pasado se desvaneció. La agonía, la desesperación, el miedo, todo se volvió insignificante frente a la presencia de Sofía. Era como si, al someterla de esa manera, también reclamara parte de mi humanidad perdida.
—Pensé que habías olvidado cómo luchar —dijo con un tono provocador, la malicia rebosando en su voz. —Pero aquí estás, mostrando lo que realmente eres.
La rabia en mí chisporroteaba, y aunque había apuñalado a un hombre, su presencia me llenaba de una energía diferente, como si me estuviera incitando a cruzar una línea aún más oscura. La habitación estaba llena de un silencio pesado, solo roto por el eco de mi respiración acelerada y el goteo de la sangre en el suelo.
—No me subestimes, Sofía —respondí, mi voz grave y tensa—. No soy el mismo que dejaste aquí.
Ella arqueó una ceja, desafiándome.
—Eso espero, porque el juego apenas comienza, lobo. Y creo que te va a gustar.
La tensión en el aire se tornó casi eléctrica, un tira y afloja entre la violencia y un deseo inesperado. Sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa, y antes de que pudiera reaccionar, deslizó su mano hacia mi entrepierna, acariciando con una suavidad inquietante.
—Mira lo que has despertado en ti, Seth —susurró, su voz suave como terciopelo, pero con un filo de desafío—. ¿Es esto lo que realmente eres? Un hombre que sabe tomar lo que quiere, que no se deja aplastar por las circunstancias.