Maia
—¡Seth! —grité con la voz entrecortada, mis pies descalzos tropezando en la tierra húmeda mientras corría hacia él. La rabia y el dolor bullían dentro de mí, pero también había un temor profundo que no podía ignorar. A pesar de todo lo que había pasado, él seguía siendo mi única ancla en este caos.
Seth no se detuvo de inmediato. Su figura, apenas visible en la penumbra, se movía con determinación, alejándose de la cabaña como si quisiera dejar todo atrás, como si yo fuera una carga demasiado pesada para soportar.
—¡Seth, por favor! —volví a gritar, mi voz rasgada por la desesperación.
Finalmente, se detuvo, aunque no se dio la vuelta. Me acerqué a él, las sábanas aún enredadas en mi cuerpo, pero me sentí expuesta de una manera que iba más allá de la desnudez física. Cuando estuve lo suficientemente cerca, extendí una mano temblorosa hacia él, pero me detuve, dudando. ¿Qué estaba haciendo? Este hombre, que me había arrancado de mi vida, me había mantenido cautiva, y aún así, lo buscaba. ¿Por qué?
El silencio entre nosotros era espeso, cargado de palabras no dichas, de emociones que ninguno de los dos sabía cómo manejar. Finalmente, Seth se giró, sus ojos chocolates encontrando los míos, pero lo que vi en su mirada me rompió. No había solo frialdad o rabia; había un dolor profundo, uno que reflejaba el mío de una manera que me dejó sin aliento.
—¿Por qué...? —susurré, sin saber si estaba preguntando por lo que habíamos hecho, por lo que le había permitido a Bereth hacer, o por lo que sentía ahora, este torbellino de emociones que no podía controlar.
Seth me miró con esos ojos que alguna vez me habían aterrorizado, pero que ahora estaban llenos de un dolor tan profundo que apenas podía soportar mirarlos. No respondió de inmediato, y en su silencio, sentí que mi mundo se derrumbaba un poco más.
—No lo entiendes... —dijo finalmente, su voz ronca, como si pronunciar esas palabras le costara más de lo que podía soportar—. Nunca quise que esto sucediera, Maia. Nunca quise que tú...
Se detuvo, tragándose las palabras que probablemente nunca diría. Pero yo sabía lo que estaba a punto de decir, podía verlo en su mirada. Nunca quiso que yo sufriera así. Nunca quiso que se llegara a esto. Pero lo hizo. Y ahora no había vuelta atrás.
—¡¿Entonces por qué lo permitiste?! —Mi voz estalló en el silencio, llena de dolor y desesperación. Sentí las lágrimas arder en mis ojos, pero las contuve. No quería llorar frente a él. No quería mostrarle cuán rota estaba.
Seth se pasó una mano por el cabello, como si no supiera qué hacer con la culpa y la rabia que veía en mí. Luego, de repente, avanzó hacia mí. Instintivamente, retrocedí un paso, pero él no se detuvo. Tomó mi rostro entre sus manos, con una firmeza que me hizo estremecerme, pero sin violencia.
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La Princesa de Papá (En edición)
Romance"La Princesa de Papá" (Primer libro de la biología Estragos de una Venganza) Maia Reboredo, la hija de un poderoso y peligroso multimillonario, vive bajo la sombra de su padre, protegida por su dinero y su control. Pero su mundo perfecto se desmoron...