Cap. 62

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“Quédate a mi lado”




-¿No sabes que la curiosidad mato al gato? – Me dijo con una malévola sonrisa.

Eso hizo que un sudor frío recorriera toda mi espalda, me sentía tan pequeña y frágil como un pequeño animal indefenso frente a su depredador. Mi corazón se había detenido por un momento pero después comenzó a latir rápidamente en señal de alarma, y mi respiración comenzó a ser más lenta. Correr no era una opción, y aunque así fuera las piernas no me respondían. Trataba de parecer normal, que no se diera cuenta del miedo que causó en mi, pero ya era demasiado tarde. Además, este tenía algo muy peculiar en su cintura; Un arma.

Su mirada recorría todo mi cuerpo empezando desde los pies a la cabeza, sus ojos grises casi transparentes eran tan nebulosos y penetrantes que me dio mucho terror. Tenía las manos metidas a los bolsillos, aún con esa sonrisa malévola.

-No te asustes, no como. – Dijo con un tono de voz frívola y burlona.

-¡¿Usted es..?! ¡¿Que hace aquí?! – Dije nerviosa.

-¿Mi presencia no es bienvenida aquí? A la casa de… Dios. – Dijo con un tono irritado, como si decir aquella frase le fastidiara.

-Yo… por supuesto que es, bienvenido. Solo que es…

-¿Raro? – Rio. – Solo vine a pensar un rato. Necesito saber muy bien lo que haré a partir de hoy. – Abrí los ojos lo más grande que pude por la inesperada respuesta y lo peor se me vino a la mente. Imágenes catastróficas, escenas inquietantes y perturbadoras.

-¿Acaso viene a… matar-nos? – Palidecí.

El sonrió.

-No. No mato por placer, aunque eso es lo que quieren que haga. – Miró aun lado con un gesto lleno de fastidio. Giró un poco la cabeza mirando alrededor.

Tenía el presentimiento de que esté hombre solo venía a buscar paz, sus ojos denotaban tristeza y su voz cansancio. Estaba agotado. Podía haberme ido en ese momento y llamar a mi padre, pero no lo hice. No me fui y no llamé a nadie.

-Disculpe, ¿Por qué lo hace? Tal vez no debería preguntar eso pero…

-¿Eres una mujer curiosa verdad? – Me miró con coqueteo. Pero este tipo de coqueteo no era incómodo, si no que parecía normal en el, natural, parte de su forma ser. Su rostro cambio por completo. De ser una persona fría a alguien con calidez. Y eso para mí desgracia o fortuna hizo que bajara la guardia.

-Tal vez… - Dije dando un paso atrás y el dando uno delante.

-Lo hago porque no tengo opción, porque así me lo enseñaron. – Recordé a Ethan, con esa confesión. – En el mundo donde crecí todo es tan fácil, el dinero, las bebidas, los trabajos… las mujeres, los placeres momentáneos… todo. Crecí en un ambiente donde las balas y los muertos son el pan de cada día. – Dijo con arrogancia. – Estoy acostumbrado a eso muñeca, estoy acostumbrado a ver sufrir a la gente, pedir clemencia, misericordia. Pero ¡Bah! Todo es falso, sus caras mostrando arrepentimiento, solo para conservar su inútil y miserable vida. No tiene caso dejarlos vivir, solo son un estorbo. Me deshago del estorbo. No merecen nada, no merecen misericordia, no merecen perdón. – Dijo con rencor.

-No. Usted no puede decidir eso. No es correcto, ante Dios está mal, es abominable.

-¿Dios? – Río con burla. – Eres la segunda persona que me dice eso. Te diré algo, ¿Si el existiera crees que yo seguiría en esto? Es más, si lo deseo te llevo conmigo y nadie más sabrá de ti. Ni el podrá salvarte.

Quédate a mi LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora