Epílogo

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¿Quieres venir conmigo?



Estuve un largo tiempo en la cárcel por mis faltas, por no saber defender mi libertad y es que la verdad, ya la había perdido desde hace mucho tiempo. Desde el día que me reclutaron en ese orfanato y solo para enseñarme a trabajar como cazador en ese grupo, mi destino ya estaba sellado. Todo el tiempo me levantaba con animo , al recordarla y velar por ella. Anciaba tanto verla que soñaba un día poder mirarla nuevamente. Sin embargo, cuando lo hice, mi corazón se hizo pedazos al saber que ella ya no, al menos no como alguien importante en su vida. No me esperaba, su corazón ya tenía dueño. Y ese fue el factor que hizo que la odiara y a el más. No lo soportaba, tenía tanto rencor con él, que simple y sencillamente no podía verlos juntos. Hice lo que hice para recuperarla, al menos un poco del amor que según yo y mis alocadas historias me tenían alucinando. Ella solo me quería como aún hermano y tarde lo comprendí y dolió. Sin embargo, tuve una segunda oportunidad. Pagaría todas mis cuentas en este mundo terrenal y seguiría el camino de la verdad.

Un día conocí a un hombre. Después del encuentro con Joshua, en la cárcel el día que le entregué el anillo, llegó en la tarde para unas platicas motivacionales, al menos yo creía eso. Todos los días a la misma hora venía con un traje y su pequemos libro color verde con dorado debajo del brazo. Con una sonrisa irradiaba por los pasillos. La verdad, la primera vez que lo vi, lo deteste.

¿Porque? Bueno, el me dijo:

“La oscuridad te cubrió completamente muchacho, apenas puedo ver la luz en ti.”

Y se marchó dejándome perplejo por su atrevimiento. Todos los días estaba ahí, en el centro recordándonos lo maravilloso que era Dios. Y bueno, reconocí que lo hacía muy bien porque había en otros momentos que llegaban hombres hablando de sus experiencias y nada de la biblia. No digo que está mal, pero… me gustaba escuchar más a este hombre, hablaba mucho de la misericordia de Dios y del tema de salvación que Jesús había hecho por el mundo. Pero de el casi no hablaba, no sabía quien era o como es que se convirtió a Cristo. El primer día dijo su nombre pero no lo recuerdo.

En una ocasión se me dio la oportunidad de acercarme a el, y pregunté porque perdía el tiempo viniendo a lugares así. El me miro primero con seriedad, después curiosidad y al final sonrió un poco.

-Tu me recuerdas a mi.

Dijo con una voz cálida y se fue. Así no más, de la nada. Me dejó con la pregunta al aire y eso más me molestó. Sin embargo, no quitó esa duda e inquietud por saber más. Mi interés se hizo más grande hacia el.

En otra ocasión, volví acercarme a el, y pregunté porque se había convertido. El volvió a mirarme con curiosidad y sonrió cálidamente y se fue. Y en otra ¿Por que amaba a Dios?, solo sonrió cálidamente y se marchó. Volvió a dejarme con la duda al aire y así lo deje. No me volví acercar a el e incluso deje de asistir a sus reuniones de cada fin. Pero, admito que quería escuchar más de la biblia, de sus enseñanzas y de como Dios daba libertad a los cautivos. Quería saber porque Mía, entrego su corazón, porque Joshua, cambio. Incluso Conner. Y sabía que esté hombre me daría respuestas.

Así que volví.

A mitad de una reunión tome lugar en la última silla de la sala de reuniones y escuche atentamente.

Nos decía como Dios limpiaba de sus pecados a aquellos que reconocían a su hijo Jesús como el Cristo. Cómo daba libertad a aquellos que incluso estando en la cárcel podrían ser libres, espiritualmente hablando, porque aquí en la tierra debíamos pagar por nuestros actos, asumir las consecuencias y tenía razón. Nos hablaba de un Dios de amor y también que era fuego consumidor. Un Dios soberano, misericordioso, Santo. Pero un Dios de justicia.

Quédate a mi LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora