Mi Mejor Amigo

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Mi vida empezó cuándo conocí a los Arcos. Fue una tarde de Junio cuándo el verano era inmenso y el calor en la ciudad era insoportable. Yo tenía nueve años el día que mi papá me llevó a esa casa por primera vez. 

Mi papá desde que tengo memoria ha trabajado de albañil. Ha construido casas y comercios importantes. No muchos lo ven, pero si no fuese por personas como él, muchos no disfrutarían los lujos que están disfrutando en este momento.

Cómo era muy recomendado, uno de sus conocidos le presentó al señor Raul. El patriarca principal de la familia Arcos. Heredero de una importante cadenas de hoteles en la ciudad y algunos lugares del mundo. Necesitaban remodelar un área a las afueras de la casa, así que era un trabajo sencillo. Por lo que solo se necesitaba a mi papá y a su fiel trabajador Juan. Ellos aceptaron el trabajo. 

El segundo día de construcción, me llevo mi papá a ayudarles, ya que había comentado que quería dejar la escuela. "Vas a aprender lo que es la vida sin estudios", dijo aquella mañana mi padre y me tuvo bajo el sol ayudando con el trabajo. Ya no soportaba y sentí que me iba a desmayar. Una empleada del lugar fue muy amable y me ofreció de beber. Era la limonada más deliciosa que había probado hasta aquel momento.

Seguí afuera ayudando en la construcción, cuándo me percate que un chico de unos quince años aproximadamente salió al patio para nadar en la alberca que tenían afuera, nos saludo y pregunto si no molestaba que tomara un chapuzon. Mi papá le dijo que no había problema y lo llamo "patrón". Ahí supe que era uno de los hijos del señor Raul. Poco después otro chico mayor salió a regañarle porque no se había puesto bloqueador. Pensé que era su hermano, pero se trataba de Jeremy, un tutor especial que tenía el chico. Llevaba consigo un bloqueador y una toalla, secó a aquel adolescente y lo obligó a colocarse bloqueador. De mala gana se lo puso y volvió a la alberca.

Mi papá me pidió que deje de ver a los habitantes de la casa, que era de mala educación y me pidió seguir con lo mío. Eso hice, aunque más que ver a aquel chico nadando, deseaba estar en aquella alberca yo también. Ahí comprendí lo que era la envidia.

Vi que alguien nos miraba, era un niño más o menos de mi edad que se encontraba dentro de la cocina. Él estaba comiendo lo que parecía una hamburguesa mientras observaba que estábamos haciendo. Tenía una cara de pocos amigos, enseguida me cayó mal y por instinto le saque la lengua. Él correspondió mostrando su dedo de en medio. Me dio coraje e hice lo mismo. Para mi mala suerte mi papá se dio cuenta de aquello y me pregunto que estaba haciendo. Observo a aquel chico disfrutando de su alimento, culpándome a mí de ser grosero y me dio dos fuertes nalgadas por faltar al respeto a los dueños de la casa. Quería ser fuerte, pero los golpes me dolieron tanto que no pude evitar llorar. Aquel mocoso había obtenido su victoria. 

Nunca quise volver más a esa casa. Pero como la vida juega en mi contra, a mi papá le ofrecieron otro proyecto dentro de la casa de los Arcos nuevamente. Habían quedado encantado con su trabajo, y eso significaba más ingresos a nuestra casa. Sin dudarlo, acepto el trabajo y el primer día, me llevo nuevamente ya que Juan había enfermado y no consiguió un reemplazo rápido. Al ser el hijo mayor de cuatro hermanos, tenía que poner el ejemplo ayudando a mi padre.

Ese día las cosas no estuvieron tan mal como pensaba. Una de las cocineras nos preparo una comida casera deliciosa que disfrutamos bajo la sombra del garage que mi papá había ayudado a construir anteriormente. Después de comer, seguimos con el trabajo, para darnos cuenta que faltaban algunos materiales. Mi papá hablo con el encargo de la casa, el cual hablo con el señor Raul. Le autorizo darle dinero a mi papá para que fuera por las cosas. Cómo había una mezcla que mover me dejo a mi mientras iba por lo restante. Me quede en la sombra a esperarlo cuándo aparece aquel niño por el cual me pegaron aquel día. Tenía una consola de vídeo juego portátil en las manos. No se fijaba en el camino, estaba a punto de pisar la mezcla cuándo le grite que tuviera cuidado. Se detuvo y observo sus tenis relucientes para asesorarse que no tuvieran alguna mancha. Eran carísimos, lo sabía porque en mi escuela se hablaban de esos tenis. 

La extraña Familia ArcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora