El Otro Lado De La Historia

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Tal como temía, aquel fin de semana termino y tuve que volver a casa. Dónde el mundo era totalmente distinto a lo que era en casa de los Arcos. Sin aire acondicionado que ayudará a pasar aquel caluroso verano. Un refrigerador casi vacío, dónde se tenían que racionar las cosas para que duraran. La regadera que tanto me agradaba en aquella casa, en la mía se tornaba a una cubeta que antes era de pintura, la cual se llenaba con agua y usando un antiguo bote de yogur se convertía en una herramienta para bañarse. 

Lo bueno de todo eso, es que había una nueva consola en casa. Estaba tan ilusionado con aquel aparato. Solo me hacían falta los controles para poder jugarlo. Por fin algo que era totalmente mío. No tenía que compartir con nadie. La contemplaba como un adicto a su droga esperando el momento de por fin jugarla.

Y hablando de adictos. Tenía que conseguir los cigarros de Eric para obtener los controles y por fin completar totalmente aquel vídeo juego. Aquello me motivaba a hacer hasta lo imposible con tal de tenerlo.

Fui a la tienda pensando ingenuamente que me venderían unos cigarros. El vendedor se negó, e intente reclamar que he visto que a otros menores les vendían ¿Por qué a mi no? Su justificación era que respetaba mucho a mi familia y no quería ser el responsable de un problema a futuro. A pesar de que le explique que no eran para mí o alguien de mi familia, siguió en su posición y no me vendió nada.

Lo odie por un momento, pero no entendía que aquello era por mi bien. Aun así, le dije a mis hermanitos que no fueran a comprar con él, porque su familia se había contagiado de piojos y pulgas. Esparcí algunos rumores en nuestra humilde comunidad para que no tuviera ventas. 

Para Eric las drogas, el alcohol, la nicotina y algunos otros estupefacientes, era su mayor adicción. Lo mío eran los juegos de vídeo. No eramos muy distintos en cuanto a ese tipo de cosas. Ambos padecíamos de nuestros lados. 

Intente ir a dos puestos más, pero lo mismo. Me negaban la venta. Aquello me estaba frustrando. No podía fallar con aquella misión. Además de ayudar (O algo así), a Eric, iba a obtener horas de diversión con aquellos juegos. 

Así que pensé "Si no me los quieren vender, entonces los puedo robar". Total, ellos serían los culpables. Yo les ofrecí el intercambio monetario equivalente, pero ninguno quiso aceptarlo. Ya no sería asunto mío. Mi instinto se puso en marcha para crear un plan que no tuviera fallas. Investigue cuidadosamente una de las tiendas que podía ser fácil hurtar el producto. Pero era demasiado bajo para alcanzar los estantes sin ser visto.

Todo parecía en mi contra. Y ni hablar de ir a un supermercado solo, ya que se encontraban lejos y no me iban a dejar sin supervisión.  Estaba agotando mis ideas, cuándo se me vino a la mente la solución. 

La familia de mi mamá tenía en ellos a su propio Eric. La oveja negra de la familia. O como le llaman ellos, el gato negro. Mi primo Diego, era el peor ejemplo para los adultos. Un busca pleitos que había sido expulsado cuatro veces de la primaria. Acreedor de reportes por conducta cada semana en su secundaria. Según muchos era también un ratero, que había sido sorprendido tomando algunas cosas de las tiendas. A pesar de las tundas que le propinaba mi tío, su comportamiento seguía siendo el mismo. Ya tenía al diablo en la sangre, decía mi mamá. Era justo lo que necesitaba.

Si le ofrecía a Diego cierta cantidad de dinero, era capaz de robar los cigarros por mí. A él le gustaba mucho presumir ante sus amigos lo poco que podía alcanzar. Vivían en una región, aun más pobre que la mía. Con el pretexto de dejarle un encargo a mi tía, me dejaron ir solo a casa de mis tíos, ya que mentí diciendo que mi tío me esperaría en la parada de autobús. Cómo comúnmente hace cuando voy a visitarlos. 

Me estaba convirtiendo en un mentiroso, pero iba a hacer todo lo necesario con tal de tener mi consola completa. Ni siquiera me importaban las consecuencias de todo lo que mis actos podían llegar a causar. 

Sabía muy bien el camino, me baje en la última parada del autobús y llegue a aquella zona casi deshabitada y peligrosa de mi ciudad. Lugar donde vivía la familia de mi madre.  Por eso muy pocas veces se frecuentaban.

Las casas apenas estaban en construcción. Pocos eran los privilegiados que ya estaban logrando construir casa de materiales. Por su parte la casa de mis tíos, daba una apariencia deplorable en el exterior. Pero en el interior, estaba repellada y tenía ciertos acabados que mi tío quien trabajaba en construcción le agrego. La idea era causar la mayor lastima posible para que el gobierno pudiera ayudarles.

Había llegado en un mal momento, nadie se encontraba en casa. Unos niños que se encontraban jugando afuera, se acercaron a mi como chismosos para preguntarme quien era. Les respondí que era pariente de la familia, me informaron que mi tío estaba en el trabajo, mi tía había entrado a trabajar en un supermercado, mientras que mi primo menor se quedaba en casa de la mamá de mi tío hasta la noche y Diego seguía en clase, pero estaría a punto de llegar. 

Decidí esperarlo, y los niños siguieron en lo suyo para dejarme solo. El calor era insoportable, no había llevado nada para cubrirme quería salir cuánto antes de aquel lugar. Veía a esos niños jugar tan alegres como si nada bajo el sol. Tan solo les ganaba por tres o cuatro años, pero para ellos a pesar de la condición que se encontraban, estaban tan felices. 

Ni siquiera con los lujos que tuve al estar con Javier, podía obtener aquella felicidad. Lo suyo era una cosa tan distinta a lo que hubiera visto antes. Yo me quejaba del calor, y ellos más radiantes que el sol que los quemaba. 

Por dentro la parte egocéntrica de mi ser, veía los puntos por los cuales yo era más afortunado que ellos. En mi casa había agua y un baño donde bañarse. Ellos llenaban un tinaco afuera de sus casas y algunos no tenían ni una taza de baño. Tenían que ir al monte a hacer sus necesidades. Algunas familias vivían sin un refrigerador y los alimentos eran demasiado escasos para repartir entre todos ellos. Y tampoco ellos tenían aire acondicionado, pero parecía no importarles para nada. 

Ya no quería seguir esperando, tenía unas ganas enormes de vomitar y no sé si era por el calor, o porque la alegría de esos niños me genero algo inexplicable en mi interior. Me levante en son de retirada, dejando aquella misión para después. 

¿Necesito esa consola para ser feliz? La respuesta era "Por supuesto". Yo no era como esos niños. Yo conocí una vida de lujos de la cual me enamore. Si ellos hubiesen visto lo que vieron mis ojos, probado de aquellas comidas, disfrutado de aquellas comodidades. Estoy seguro pensarían lo mismo que yo. Había descubierto otro mundo del cual quería formar parte de alguna u otra manera. Entonces entendí, no solo necesitaba la consola, necesitaba formar parte de los Arcos.   


La extraña Familia ArcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora