Cómplices

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Luego de aquella aventura. Javier me hizo prometer que iríamos juntos al cementerio cómo me había dicho. Era demasiado extremista. Sus padres no tenían idea de la clase de hijo que tenían. No sé de dónde sacaba esas ideas tan locas, pero debo admitir que el ir a buscar ese supuesto cadáver fue algo interesante, así que me arriesgaría a ir con él al cementerio.

Habíamos quedado de vernos el siguiente fin de semana. Pero mi mamá no me dio permiso de salir en la noche como él quería. Por más que le rogué y le pedí se negó. Lo único que obtuve fue una buena tunda por mi comportamiento tan intenso. Pero mi amigo no se iba a rendir hasta lograr su objetivo. Ese niño tenía una perseverancia que asustaba. Fue hasta mi casa para pedirle a mis papás que me quedará un fin de semana en su casa. Mis papás no sabían que hacer. Nunca me había quedado a dormir en casa ajena. Mucho menos en la de un casi desconocido, ya que ellos casi no sabían bien de la vida de los Arcos.

Mis papás nos dijeron que esperemos un momento mientras ellos platicaban en su habitación al respecto. Mamá convenció a papá de que me dejaran ir. Ella vio una gran oportunidad para progresar económicamente. Si aprovechaban mi amistad con la de Javier, podría traer grandes cambios a mi familia. 

Aunque para ellos nuestra amistad se basaba en algo económico. Yo había encontrado a mi primer mejor amigo en el mundo. Claro que era agradable estar rodeado por sus lujos, pero la pasaba bien a su lado. Era un chico demasiado tenaz y eso era interesante. 

En mi mochila lleva una muda de ropa y otra para dormir. Al contrario de Javier, yo no usaba una pijama lujosa para irme a la cama. Solo ocupada una camisa vieja y unos calzones que no estuviesen tan rotos. Así que mi equipaje era demasiado ligero.

Joaquín fue el encargado de ir por llevar a Javier por mí. Una vez fuera de mi casa, me platico el plan de escape que usaríamos para ir al cementerio en la noche. Hablábamos en voz baja para que su chófer no nos escuchará, pero él ya se olía que algo tramábamos. Su mirada en el espejo retrovisor nos indicaba tener cuidado. 

Al llegar a casa, Carlos nos recibió de una manera tan amable como siempre. Nos ayudo a bajar mi mochila y nos introdujo a su hogar sustituto. Dentro se encontraba la mamá de Javier, leyendo una revista de moda y bebiendo una copa de vino. Javier se sorprendió al encontrarla en casa y se acercó a saludarle. Ella se limito con un simple "Hola hijo" y siguió con su lectura y su bebida. Ni siquiera noto mi presencia, hasta que Carlos le dijo de mí. Volteó a verme tratando de reconocerme. "Es el hijo de don Antonio, mamá". Trata de hacerle memoria su hijo. "¿Quién don Antonio?". Preguntó ella confundida. "El albañil" Dijo Javier.

Esas palabras tuvieron un peso a mi corta edad. Aunadas con la mirada que me puso la señora Elena, sentí por un instante que debía salir corriendo, que no era mi lugar. No pertenecía ahí. Ella solo resoplo algo decepcionada y siguió leyendo y bebiendo ignorándome. No entendía aquella señal, o más bien si la entendía pero no quería hacerlo. Me dieron ganas de llorar. Por alguna razón quería la aceptación de aquella maldita señora. 

Detrás de ella se encontraba Rosa, quien vio toda aquella escena. Se acercó a mí para darme un enorme abrazo de bienvenida y me pregunto que quería cenar. Ella prepararía lo que se me antojara. Sé que intentaba consolarme, había funcionado, su gesto me hizo saber que no era el único bicho raro que estaba en esa casa. Respondí que lo que sea estaba bien y me dirigí a la habitación de Javier, junto con él.

No hizo ningún comentario del tema. Tal vez ni siquiera lo entendía. O estaba tan acostumbrado al rechazo de su madre, que le daba igual. Por lo que decidí hacer lo mismo. No dejar que la actitud de esa mujer, arruinará nuestra noche.  

Nuevamente repasamos el plan de escape. Pregunté si había algún problema con su madre y me respondió: "¿Viste lo que estaba tomando? En unos minutos va a estar muy peda y ni sabrá en que día vive". Eso me dio confianza para seguir con lo nuestro. Preparamos lo que íbamos a llevar y unos minutos después llego Rosa con unos platos de comida para nosotros. Había preparado un manjar que tan solo verlo, se veía apetitoso. Dejo los platos y las bebidas en una mesa dentro de la habitación, para luego sacar de su mandil un refractario que dejo en la cama "Y esto es para que lleven en su aventura de esta noche". Nos dijo mientras nos guiñaba el ojo, y dejo la habitación.

La extraña Familia ArcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora