20:: Heart to heart

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Alan simplemente se quedó de pie tras abrir la puerta de mi habitación. Yo no podía creer que aquella situación fuera real, que le estuviera permitiendo verme tan vulnerable. Él parecía tan sorprendido como yo, aunque fui la primera en encontrar el coraje para hablar.

– ¿Por qué fuiste a por mi amiga? –Sabía que las lágrimas llevaban cayendo por mis mejillas prácticamente desde que entré al apartamento–. Podrías haberme dejado tirada por cualquier otra, ahora tengo que evitar pasar por este pasillo con ella, y tener el doble de cuidado para que no se entere de lo que sois. Era la primera persona normal en mi vida y casi te la llevas a la cama.

– Judith, lo siento mucho –parecía sorprendido por el daño que me había hecho–. Te prometo que no sabía que era tu amiga, nunca te habría hecho eso. –Se pasó las manos por la cara, antes de suspirar y sentarse frente a mí en la cama–. De todas formas, si ayuda, solo lo hice para olvidarme de un problema, y aún así no desapareció y no hicimos nada. Y dormí en el sofá para que estuviera cómoda.

– Ya, Gabriela me dijo que parecías estar pensando en otra persona –abracé mis rodillas, él solo pareció asustarse aún más–. Aunque por mucho que me moleste, ese no es el problema. Me dejaste plantada en la cafetería y estabas perfectamente, podrías haber respondido a mis mensajes.

– En mi defensa –carraspeó–, no estaba perfectamente. Te dije que el problema no desapareció como pensé que haría con tu amiga, solo se hizo más grande. No te voy a explicar demasiado, pero simplemente pensé que te iría mejor sin mí.

– No sé qué está pasando, pero lo siento mucho –suspiré–. Si quieres hablar, somos amigos. Y no me iría mejor sin tí, imbécil. Voy a tener que dejar de meterme contigo hasta que te entre en la cabeza.

– ¿Eso significa que ya no estás enfadada conmigo? –Levantó una ceja mientras sonreía, esperando respuesta–.

– Lo he sobrepensado lo suficiente como para haberlo superado, solo quería tus disculpas –suspiré, ahora toca la parte por la que le he llamado–. No sé si les he hecho algo malo a Nadia y Raquel.

– ¿Qué? –Frunció el ceño–. ¿Por qué?

– Están pasando mucho tiempo con tus amigos, que también eran los míos, y yo entiendo que estén saliendo, pero me siento ignorada, no sé –escondí la cabeza en el hueco entre mis rodillas y mi pecho–. Probablemente sea una tontería y me estoy imaginando cosas, pero sentía que no habíamos pasado buen tiempo juntas últimamente así que les hice sus comidas favoritas, y me dejaron en visto hasta que consiguieron otro plan, y no las he visto, y no avisaron de que dormían fuera, ni responden a los mensajes, ni se han preocupado por mí como tú.

– Eso es porque están en la fase “luna de miel” –sentí un brazo pasar por mis hombros, levanté la vista y Alan estaba sentado a mi lado–. Al principio de la relación todo es maravilloso, solo piensan el uno en el otro y se olvidan del mundo. Se les irá pasando, pero deberías hablar con ellas.

– Si consigo hablar con ellas querrás decir. –Saqué mi cabeza de aquel escondite– pero gracias.

– No es nada –comenzó a acariciar uno de mis hombros–. Sabes que no me gusta este tema de conversación, pero, ¿qué tal has estado estudiando?

– Muy bien –sonreí–. Creo que es lo único que me va bien ahora mismo.

– Un problema menos entonces –sonrió–.

Un silencio bastante cómodo invadió la habitación. Era agradable poder relajarme con alguien, pero no quería contar demasiado sobre mi vida y arrepentirme más tarde. Lo que sí podía hacer era resolver dudas.

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