2:: Vino

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En realidad podría ser peor, desde una vista objetiva y con más horas de sueño. Al menos no es como las academias que no te dejan salir nunca, o en las que estás obligado a llevar uniforme. Solo necesitaba dormir bien después de cenar para verlo.

Por el contrario, fue salir de mi habitación y encontrar puro caos. La música estaba extremadamente alta en la cocina, y las voces de Nadia y Raquel intentaban ser escuchadas por encima de eso. Cuando me acerqué lo suficiente, bajé el altavoz a un volumen más humano.

- Anda, si está viva -Raquel se giró en mi dirección- estamos haciendo la cena de esta noche.

- Tendría que estar sorda para no darme cuenta -me estiré antes de servirme un vaso de agua- ¿cómo está saliendo?

- Buenísima -Nadia me dio a probar la salsa- ¿a que sí?

- Por algo te dejo cocinar siempre -sonreí antes de sentarme en una silla a su lado-.

De pronto, se escuchó algo bastante grande caer en el apartamento de al lado, seguido de un par de platos rompiéndose y algunos gritos. Ahora sabemos que el aislamiento de sonido podría mejorar.

- Y eso viene a ser nuestro postre -Raquel no me daba ninguna esperanza- seguro que es comestible.

- Me lo pienso comer igual, así que sería lo suyo -podría mover el culo y ayudarles en lugar de estar sentada sin hacer nada, solo estoy molestando- ¿voy recogiendo esa parte?

En conclusión, las tres estábamos listas algo antes de la hora acordada, perfeccionando algunos detalles antes de que sonase el timbre. Por razones obvias, decidimos que lo mejor sería que yo no abriese la puerta, todavía tenía que solucionar lo que había ocurrido.

Odiaba saludar a la gente con la que no tenía confianza. No sabía qué hacer, ni dónde meterme, todo era demasiado formal e incómodo. Sin embargo, gracias a Raquel y lo mucho que habla, el momento acabó antes de lo que pensaba y nos sentamos a comer en la mesa.

No quería mirar a ninguna de mis amigas, sabía que en el momento en el que hiciéramos contacto visual me iban a presionar para pedir disculpas, y ya se me hacía bastante difícil de por sí.

- Bueno -el mismo que me habló ayer me dirigió la mirada- supongo que has descansado, teniendo en cuenta que no parece que nos vas a echar en cualquier momento -¿se supone que está intentando ser gracioso?-.

- Sí, lo siento por eso -sonreí- digamos que no soy la persona más amable del mundo cuando estoy tan cansada. Aunque tengo que decir que los tres parecéis muy simpáticos -la mejor disculpa de mi vida-. Soy Judith -esta vez le ofrecí yo la mano-.

Al darme la mano, sentí como si le hubiese puesto fin a una guerra civil. Resulta que el pelinegro se llama Alan; uno de sus amigos Lucas, que tenía un tono rubio bastante apagado; y Dylan, con un color bastante más castaño. La cena y el postre fueron bastante bien, ambos recibiendo halagos sobre lo buenos que estaban.

- De hecho el flan es una receta de la abuela de Alan, sigue siendo el mejor que he probado en mis años de vida -el castaño parecía el más simpático de los tres-.

- Se nota que es una receta con un origen tan bonito, me recuerda a los que tomaba de niña -Raquel parecía estar más interesada en hablar con los vecinos que en el postre, que casi no había tocado. Pero quién soy yo para juzgar como debe actuar cada uno-.

- Muchas gracias -el pelinegro le sonrió antes de coger su copa de vino- mierda.

Se acababa de tirar todo el contenido de la copa por encima, cosa que era bastante triste porque había quedado un poco descarado y la ropa parecía cara.

Sunset AcademyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora