Las nubes oscuras en el horizonte

131 12 4
                                    

El primer mes de vida de casados de Lan WangJi y Wei WuXian, es tan normal como se puede esperar. Es más, Lan XiCheng se preocupa por la normalidad que rodea todo, aun cuando la primera mañana se despertó con la noticia de que Wen Qing se negaba a salir del lado masculino de la montaña debido a la situación física de Wei WuXian y una repentina recaída la noche anterior. El miedo general, junto a las insinuaciones del peligro de la condición del hombre ―donde se habló bastante de la energía Yang y como insultó con ella la ortodoxia― tuvo que ser calmado por sus promesas de que todo aquello era resultado de la maldición que los Wen le impusieron cuando le secuestraron. A los recién casados no les había gustado aquello, pero logró que se les viera con algo de pesar y no de peligro.

Después, encontró su camino a una rutina que le mantiene lo más cuerdo posible.

La carta de Jiang Cheng reposa junto a su cabeza, junto a la posibilidad de escribirle con alguna flaca excusa para reanudar la amistad perdida. ¿Está perdida? No lo sabe, aún le pesan las palabras con las que de despidieron aquella noche y, mucho más, las que le ofreció la mañana siguiente, cuando, al encontrarse en el desayuno, Meng Yao se encontraba con él, discutiendo sobre las posturas de una antiguo maestro filosófico sobre la ascensión de las clases.

―Para llegar tan alto hay que ser muy virtuoso, Meg Yao ―había dicho el Líder Jiang―. Un virtuosismo de esa clase, ni siquiera el buen Lan-Zhangmen lo alcanza.

Ante esto, su humilde amigo agachó la cabeza y ofreció una sonrisa.

―No podría refutar eso, Jiang-Zhangmen. Jamás pretendería elevarme tan alto, aunque sí aprender de quienes lo han logrado.

Los suaves ojos pardos del bastardo de Jin GuangShan le miraron con ternura. Algo desconocido escoció en el alma de Lan XiChen, similar a la pena que alberga por su madre, la sensación de que, hiciese lo que hiciese, este muchacho estaba navegando en un rumbo diferente al suyo. ¿Iría tras él?

―Si algún día quieres obrar bien en lugar de elevarte, ven a buscarme a YunMeng. ―Jiang Cheng no se quedó en su mesa, sino que partió a una más grande, donde el Líder Yu se encontraba con su prometida y su suegro.

Esa misma mañana, frente a todo el mundo del cultivo, Jian XiZuan dejó sus sentimientos regados por el piso, al igual que su desayuno, cuando, en medio de un alegato sobre la posición de su secta en todo el asunto de las escaramuzas con el norte, él expresó que jamás se atrevería a "atacar a ninguna de las grandes sectas, sobre todo cuando la persona por la que albergaba grandes afectos ahora estaba emparentada con todas ellas". Jiang YanLi no se inmutó, ni siquiera se sonrojó, sino que bebió de su té en completa calma, mientras el chico se deshacía en balbuceos inconexos.

Al final, como en las mejores historias, hubo una propuesta formal; aunque más tarde, casi cuando iban todos a partir, pues la vergüenza del hombre no le permitía mirar a su amada a los ojos. Jiang YanLi demostró ser la mayor, y también una diplomática, extendiendo un salvoconducto: ―Si su deseo es desposarme, envía a un astrólogo y una comitiva como es debido a YunMeng para que mi hermano lo apruebe.

El chico soltó un "sí" tan enérgico, que Jiang WanYin le solicitó en voz alta que no se avergonzara más en público.

Lan XiChen, como espectador, se sintió dichoso de que su secta fuese un lugar clave para tantos intercambios, fueran políticos o no. Con la secta Jin y la secta Qin emparentadas a los Jiang, y ellos mismos también, se aseguraban, al menos en lo superficial, una paz estable. Otra cosa han sido las renovadas escaramuzas en las fronteras de los territorios, donde los Jin se han pagado un ejército de cultivadores errantes para detener a las demás sectas o superarlas en los terrenos de caza comunes.

MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora