Despedida

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Es la última noche de la guerra. También es el momento de decir adiós a quién es su nuevo prometido. Wei Ying ahora está tan lejos como en medio de las batallas, un hombre de temperamento inestable que le mira, a veces con preocupación, otras con amargura. Lan WangJi quiere tirar de eso, otra vez, volver un poco a la comodidad de las mentiras y medias verdades, al Wei Ying que le confió su mayor secreto por temor a fracasar en su deber con la secta Jiang.

Dentro de la pequeña cámara que se le ha otorgado junto a su hermano, el zarcillo de humo que desprende su vela de incienso se escapa por las altas ventanas del lugar. Cuando el sol se ha ido, la luna trae un frío sepulcral sobre el sitio. El hábito Lan de las túnicas tupidas y largas enfrenta con soberbia aquel clima cambiante. La respiración de Lan XiChen es superficial del otro lado de la habitación. El día terminó siendo tan nefasto como se atrevieron a declarar los líderes de las sectas menores, pues Jin GuangShan no volvió a la reunión y se limitó a dejar con su hijo la simple respuesta de: "estará de acuerdo con lo que se juzgue satisfactorio entre todos". Lan WangJi quiere creer que el hombre ha aceptado su derrota.

Tanto su hermano como Jiang WanYin se vieron menos torturados con esa declaración; un enfrentamiento entre la secta Jin y la secta Nie por los remanentes Wen hubiese supuesto otra guerra y sus menguadas fuerzas no podrían con ello. El invierno, cada vez más cercano, araña los escasos presupuestos que la negociación había dejado.

Los Lan tendrán que ajustar sus gastos, pero los Jiang deberán pedir un préstamo cuantioso a los Jin.

En su tercera vuelta en la cama, Lan WangJi se levanta y busca su espada. Cruza el pasillo, a los guardias y camina sin mucho rumbo, escuchando los murmullos de conversaciones en los recovecos. Hay muchos para quienes es tan preocupante la noche como el día, sobre todo aquellos habituados a las largas jornadas de la guerra. Pensar en estar a salvo es un insulto a sus refinados sentidos. Termina visitando una vez más el ala médica. Aquí, algunos Wen caminan de un lado a otro con vendas, para los heridos, y con lápiz y papel para anotar a los que han decesado pese a sus esfuerzos. Es un trabajo que no va a acabar hasta dentro de un par de semanas, según estimaciones de Wen Qing.

Frente a una de las habitaciones encuentra a una figura familiar. Wei Ying carga con una porción de comida y unas prendas limpias.

—Lan Zhan —los ojos grises del hombre registran su llegada con ansiedad—. Justo vengo a dejar algo de comida para mi shijie.

En una muestra de total desinterés, destapa uno de los platos que lleva consigo, dentro hay una sopa de hongos con un fuerte olor a especias. 

Da un asentimiento como respuesta. Wei Ying parece tomarlo bien, pues sonríe y luego lo invita a seguir. Es una habitación como en la que descansó su hermano después de ser apuñalado: limpia, estéril y sin personalidad. Dentro, lejos de lo que sería una adecuada posición para una dama joven, Jiang YanLi descansa frente a una mesa, acompañada por el heredero Jin. Lan WangJi nunca lo había pensado antes, pero en esta noche extraña, la diferencia de edad entre ambos es notoria. Ella se sienta recta, sus palabras son corteses y medidas, la posición de su cuerpo no revela más que sutilezas; Jin ZiXuan, en cambio, puede ser leído en su totalidad por la teatralidad de sus ojos al mirarla. Él está enamorado y parece no saberlo.

Lan WangJi se siente representado ahí.

—¿Qué haces aquí? —el ceño de Wei Ying es profundo— ¿No sabe que visitar a una joven de noche es simplemente vulgar?

El muchacho se sobresalta, mirando a Jiang YanLi y luego a Wei WuXian buscando respuestas.

—Solo vine a dejarle algo para su malestar. Yo... Yo creí que estaría mal por su cabalgata de la mañana.

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