Mentira

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Es un día claro, aunque el otoño es cada vez más cercano, los rojos y naranjas continúan predominando más en el cielo que en la Tierra. La Ciudad sin Noche se ha preparado para una conferencia inesperada, tan poco amistosa como la que se presentó hace casi dos años.

Los enviados de las diferentes sectas están llegando. De pie, sobre los escalones del lugar la comitiva formada por los representantes de cada una de las grandes secta está de pie. Donde debería hallarse Wen RuoHan y Wen Xu, Wen Qing y Wen Ning hacen su trabajo, tan dispares entre sí como los hermanos que a su derecha: Nie MingJue y Nie HuaiSang. En el medio está Jin ZiXuan y su primo del que no recuerda el nombre, quienes han ganado su respeto mínimo luego de ser quienes liderasen el asedio. Justo a su lado, ZeWu-Jun y Lan Zhan son más idénticos que nunca, con el rostro marcado por el cansancio, pero la misma determinación por hacer las cosas. Wei WuXian no puede sino compararlos consigo mismo y con Jiang Cheng, ambos tan dispuestos a pelear con uñas y dientes hasta las últimas consecuencias.

El escozor de su discusión con Jiang Cheng arde dentro de Wei WuXian, no puede simplemente obligarlo a contraer un matrimonio tan polémico solo por un par de chismes y una idea estúpida en medio de la guerra. Lan Zhan sigue tan inmaculado como el día en que lo conoció, su reputación es incluso más legendaria ahora que antes. Su actuación como el exorcista de su ataque sorpresivo a Wen RuoHan le ha ganado más seguidores que a priori. ¿Qué ganará siendo su marido, sino penas?

Casi quiere culparse por todas esas veces en que se preguntó si realmente no podía ser su esposo y vivir ese pequeño idilio sin consecuencias de su estadía como espías en la secta Wen. Suspira.

La comitiva de la secta Jin está terminando de hablar y los Lan, que acaban de llegar, se adelantan con saludos. Jin GuangShan alaba tanto a Jiang Cheng que Wei WuXian tiene miedo de que se trate de alguna clase de insinuación sexual desagradable, hasta que escucha la misma verborrea hacia Lan XiChen, por lo cual debe mirar a Lan Zhan con advertencia. Ah, un error un poco angustiante cuando su amigo dirige sus cálidos ojos claros hacia él. Mil aguijones dan contra su piel y el sabor de la miel se riega en su boca. ¿Por qué debe mirarlo siempre de forma tan profunda? Aún no hablan sobre su compromiso y teme el deber de hacerlo; Wen Yuan ha facilitado todo, siendo una distracción y evasión entre ambos.

Justo cuando Lan QiRen se acerca a sus sobrinos, el sonido de unos cascos de caballo se deja escuchar en el camino. Rápido, agitado. Una mancha marrón aparece abajo, Wei Ying puede distinguir a alguien con prendas burdas, azuzando el caballo hasta el límite. Es una carrera sin premeditar, la boca del animal está llena de espuma y la figura sobre él se ve a punto de colapsar.

Todas las comitivas han llegado en espada, por la urgencia de la ocasión, quienes tienen caballos irán en ellos más despacio debido a la finalización del conflicto, y los establos están muy lejos. Uno de los discípulos Jiang, parado en una almena, ajusta una flecha para dispararle en caso de necesidad; todos los demás se voltearon hacia el jinete desconocido. Wei Ying casi no le reconoce hasta que Jiang Cheng echa a correr escaleras abajo.

— ¡Jie-Jie! —Grita con fuerza, casi chocando con el  animal. Ella le mira sin comprender, luego se lanza del caballo con angustia, sus ojos están congestionados.

Wei Ying llega a su lado poco después. Su Shijie está sucia, tiene el cabello revuelto, los ojos hinchados y la voz roya. Está sosteniendo a Jiang Cheng como si fuese a romperse en cualquier momento.

—Dijeron, dijeron que dos líderes de secta habían caído, que estaban muertos. Que ChiFeng-Zun había sobrevivido para matar a Wen RuoHan. Pensé que... —las lágrimas se desbordan mientras abraza a su hermano como si fuera el niño que una vez cuidó, arañando las túnicas y desordenado su cabello.

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