Derribando El Sol

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Advertencia: Para los que ya habrán leído capítulos anteriores, las descripciones de escenarios de guerra pueden ser violentas para algunos, así que si no les gustan pueden saltarse el capítulo.

El pequeño rostro gorjeante de Wen Yuan es apartado de su lado por una muy acomedida mujer que se compromete a cuidarlo como su fuese propio.

Lan WangJi tiene dudas. En los cinco días que ha pasado con el niño ha desarrollado cierto apego hacia él, pues causó el mismo estrago inicial que Wei WuXian en su vida, llegó sin pedir permiso queriendo captar toda su atención. Y también había querido robar su cinta, que mantenía escondida en una de sus mangas, a la que el niño accedió mientras lo dejaba jugar un poco con algunas de sus pertenencias.

Es un buen niño. Piensa la ver sus ojitos alejarse.

El barrio de la familia de Wen Qing esta terminando de ser evacuado, las personas se van junto a sus pertenencias, hacia las montañas que delimitan la propiedad. Han entregado algunas instrucciones a soldados Wen que están de su lado. Su confianza solo es tomada en cuenta por la fe que Wen Qing tiene en ambos bandos, es ella el débil lazo entre los viejos adversarios. Lan Zhan la admira ahora más que nunca pensó creer en alguien, hay en su porte firme y entrega abnegada a su familia un sentimiento que le es ajeno, no comprende, pero indudablemente respeta.

Mientras tanto, Wei Ying y él caminan hacia las pasarelas y túneles que conectan con las demás residencias Wen. Hace medio shíchen un grupo importante de guardias y guerreros enfilaron hacia el norte sobre sus espadas, una señal de que la arremetida de distracción comenzó. Por los cálculos del propio Lan Zhan, debieron ser las tropas Nie las que se ofrecieron a lazar esta distracción que, en la visión actual de la guerra, no es más que patadas de ahogado desde los aliados para desgastar a los Wen a través de la apertura de varios frentes de combate.

—Aún puede ir con los Wen —Wei Ying lo mira sobre el hombro. Sus pasos son seguros y firmes, más que en semanas anteriores, donde podía ver lo demacrado que estaba luego de regresar de su desaparición. Ahora entiende un poco mejor sus acciones, que están a la altura de un primer discípulo respetado. Wei Ying merece reconocimiento y se le otorgará mayor valor después del gran papel que tendrá en esta batalla.

—Tengo que estar contigo -dice, alcanzando su paso en dos zancadas. Se siente bien caminar a la par hacia la guerra.

—Desde hoy ya no tendrás que fingir ser mi esposo —sus pasos viran hacia el palacio principal de la residencia, donde hay mayor cantidad de guerreros apostados y también donde Wen RuoHan se descansa. Hay que cerrar todas las posibilidades cuanto antes.

La pesadez cubre las palabras de su amigo, así como a su corazón. Estos días se ha dado cuenta que la fraternidad es poca para todo lo que alberga por Wei Ying, solo que sus principios y la propia actitud del hombre le obligan a apartar cualquier esperanza, una relación, o la búsqueda de una, no podría sino llevarlos a la ruina. Lo prefiere todo así, con la tacita aceptación de ambos.

Al acabar la guerra tendrán que volver sus sectas, reconstruir será más urgente que cualquier batalla política. O al menos no para él, de esas cosas deberán encargarse sus líderes de secta.

—Wei Ying fue un buen esposo —aclara, antes de entrar en la plaza principal. La mano de Wei Ying deteniendo su muñeca, hace que su corazón pegue un brinco.

Los ojos grises, que le recuerdan al pedernal tallando espadas, recorren su rostro con expectativa.

—¿Eso fue una broma, Lan Zhan?

—No.

El hombre suspira. Cuando lo hace, el pequeño ensanchamiento de sus fosas nasales lo hacen ver como el joven que es (que son) donde las revelaciones están a la orden del día. Si pudiese guardar algo de esta juventud tan atropellada, sería el calor del cuerpo de Wei Ying a su lado, su sonrisa cuando están en busca de lo mismo y su rostro cuando refleja la juventud incipiente que hace arder sus acciones.

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