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彡.。🎀 capitulo once: Ikari es más importante de lo que parece.
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EN EL UMBRAL DE LA ENTRADA AL CLAN SEISHOKU, una niña albina de ojos escarlata se alzaba como un raro y etéreo espectro en medio de un mar de cabellos pelirrojos ondeando en el viento. Su piel pálida, desafiando los rayos del sol, contrastaba con la intensidad de sus ojos, que resplandecían con una luminosidad que trascendía la simple apariencia. A pesar de su mirada enigmática, la niña observaba con una profunda y silenciosa curiosidad, como si fuera una observadora de un mundo que no entendía del todo.
A poca distancia, su padre, Satoru Gojo, mantuvo una conversación con el anciano patriarca de la familia Seishoku, cuyos cabellos grises reflejaban años de sabiduría y experiencia. La niña, ajena al diálogo de los adultos, seguía fijando su atención en los niños pelirrojos que reían y jugaban afuera, sus risas y movimientos reflejando la vitalidad que la envolvía. La niña albina se erguía como una presencia etérea, una figura solitaria, en medio de un mundo que le resultaba ajeno y misterioso.
La niña, con sus ojos carmesí como rubíes ardientes, estaba perdida en sus pensamientos al borde del umbral, cuando un inesperado balón llegó rodando a sus delicados pies. Los niños pelirrojos, con sus cabellos resplandeciendo como llamas, la miraron con una combinación de asombro y entusiasmo. En un acto de sorprendente gracia, la niña recogió el balón y, aunque parecía estar desconectada del bullicio y la alegría que la rodeaba, cedió a la petición de los niños y les pasó el balón, su acción tan suave como un suspiro.
Con un salto delicado y ágil, dejó el frío suelo de madera atrás y aterrizó en el cálido abrazo del pasto. Su llegada al mundo verde fue como el nacimiento de una flor solitaria en medio de un jardín efervescente. La risa de los niños la rodeaba, creando una atmósfera alegre y efímera, mientras el balón cambiaba de manos entre los pequeños pelirrojos.
Sin embargo, la efímera incursión de la niña en la diversión se vio interrumpida por la voz de su padre, Satoru Gojo, quien, desde la distancia, la regañó en un tono que resonaba como un trueno distante. La niña, aunque momentáneamente integrada en el juego, volvió a su posición original, como si un hechizo la hubiera arrastrado de vuelta al mundo donde no encajaba del todo.
