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彡.。🌹capitulo nueve: acto dos; Cambios.
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IKARI RECOGIÓ SU LARGO CABELLO ALBINO DE PUNTAS ROJIZAS en un chongo desaliñado, utilizando un gancho para sujetarlo en su lugar con cierta torpeza. Con cuidado, se observó a sí misma en el espejo de cuerpo completo, dejando que su reflejo le mostrara la realidad cruda de su cuerpo marcado por las cicatrices.
Sus ojos escudriñaron cada herida, cada marca que su padre había dejado en su piel, y la gran venda en su abdomen manchada de sangre recordaba el último enfrentamiento con él hace unas horas. El reflejo de su pequeño cuerpo desnudo le hizo suspirar, mientras frotaba su frente con delicadeza, sintiendo una migraña imparable que se apoderaba de su mente.
La luz tenue del cuarto en el que se encontraba bañaba la escena en una atmósfera melancólica, resaltando los contornos de su figura, pequeña y delgada, y las sombras que se dibujaban en su piel marcada. Con un suspiro pesado, llevó una mano a su frente, intentando mitigar la migraña que amenazaba con consumirla. Sin embargo, el malestar físico no era nada en comparación con el peso emocional que la envolvía.
Aquellas cicatrices no solo hablaban de violencia física; eran un mapa del tormento que había soportado desde niña. Desde los insultos que la apodaban "el monstruo de ojos rojos" hasta los días interminables de burlas y aislamiento, Ikari había cargado con un estigma impuesto por algo tan simple como el color de sus ojos. Ese pasado de bullying, sumado a la crueldad de su padre, le había arrebatado más que su infancia: le había robado la paz.
A pesar de la dureza de su mirada en el espejo, en sus ojos se reflejaba una mezcla de tristeza y agotamiento, como si estuviera cansada de cargar con el peso de su propio sufrimiento interno.
Las marcas desaparecerían en unas horas más, pero esas heridas internas no se irían.
No podía cerrar los ojos sin que la imagen de aquella sonrisa arrogante invadiera su mente. Una sonrisa que detestaba profundamente, símbolo de su manipulación constante. Ese hombre sabía cómo jugar con sus emociones, consciente de que su falta de cariño la mantenía bajo control.