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彡.。🎀 capitulo cero: El nacimiento maldito de Ikari Gojo
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“Cuando nace la desgracia, no viene sola, como espías solitarios, sino en batallones.”
— William Shakespeare, Hamlet
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EN LA PENUMBRA DE UNA ANTIGUA HABITACIÓN, en medio del frío aire que presagiaba lo peor, el llanto de un bebé rompió el silencio como un mal presagio.
La joven madre, Hikari Seishoku, apenas una adolescente con habilidades prometedoras y una belleza etérea, luchaba contra las fuerzas de la vida y la muerte mientras traía al mundo a su primera y última hija. Sus gritos se ahogaban en el crepitar de las velas, y el sudor le recorría el rostro con cada dolorosa contracción.
Finalmente, un alarido de agonía resonó en la habitación, y el llanto estridente del bebé llenó el aire denso. Pero a diferencia de lo esperado, el sonido no trajo alivio ni alegría.
El momento fatídico del nacimiento de la pequeña Gojo había llegado. A pesar de ser apenas una adolescente, su espíritu había luchado con el peso de ser madre, aferrándose a la vida para traer a su pequeña al mundo con una valentía admirable. Sin embargo, la maldición que se cernía sobre su clan reclamó su alma con un último aliento. Su cuerpo, sumamente debilitado, se desplomó en la cama con los ojos abiertos hacia un vacío inexplicable.
El llanto del bebé resonó en la habitación como una bofetada en el rostro de los presentes, pero no trajo la alegría que debería acompañar a un nacimiento. Satoru Gojo, de apenas diecisiete años, miraba con el corazón destrozado a la pequeña criatura que lloraba vigorosamente en los brazos de la partera. Sus ojos, normalmente arrogantes y llenos de vida, estaban ahora apagados por el dolor y la amargura.
"Ella se ha ido…" El pensamiento resonaba en su mente una y otra vez, como un eco doloroso que no podía acallar. La culpa, afilada y cruel, se aferró a su pecho. No pudo evitar dirigir toda su frustración y resentimiento hacia el bebé, esa criatura que respiraba y lloraba con tanta fuerza, mientras Hikari yacía inmóvil, fría y lejana. Él nunca volvería a escuchar la risa de la única persona que había logrado derretir el hielo de su corazón.
