R: ¿Dónde está Cristina?
H: Durmiendo.
R: Bien. Conocí a Severiano cuando yo tenia solamente 16 años, nos enamoramos pero nadie podía saberlo pues no éramos de la misma clase social, yo sólo era la hija de unos sirvientes y él era hijo de Señores. Eso a nosotros no nos importó y durante años mantuvimos una relación clandestina. Cuando el padre de Doña Consuelo se arruinó tuvo que buscar un socio para que le ayudara a salir del pozo, el padre de Severiano seria ese socio pero el precio fue casar a Doña Consuelo con Severiano. Él nunca quiso casarse pero a la fuerza tuvo que aceptar, yo ya quería dejar de verlo aunque eso me arrancase el alma porque lo amaba con todo mi corazón pero él insistía en que no lo dejara así que continuamos viéndonos por un tiempo mas hasta que un día Doña Consuelo nos descubrió no pudimos volver a vernos en un tiempo pero ya fue tarde pues yo había quedado embarazada, cuando pude contárselo a Severiano él me dijo que lo solucionaría y consiguió que Doña Consuelo me aceptara como niñera a cambio de darle a mi bebé al nacer. Yo no tenia de que vivir y encima con un bebé seria imposible encontrar trabajo así que tuve que aceptar. Doña Consuelo me hizo la vida imposible desde el primer minuto que pisé la casa pero siempre me tuvo amenazada con hacerle daño a Cristina si yo me iba o hablaba así que cuando murió Severiano pensé que seria mi libertad, aunque me costaba dejar a mi niña atrás pensé que la Señora me echaría definitivamente ahora que él no estaba pero mi niña se quedó ciega y Doña Consuelo prefirió que yo me quedase haciéndome cargo de ella. A partir del día que murió Severiano no he ganado ni un centavo en esta casa. Solo estoy aquí por Cristina, por mi hija.
H: Remedios... no tengo palabras después de escuchar tu historia, debes contárselo.
R: No puedo, no soportaría que ella me odiara por no haber hablado antes.
H: Eso no pasará, Cristina ya te ama como una mamá. Tal vez al principio tarde en asimilarlo pero estoy seguro que entenderá.
R: No quiero perderla, es lo único que tengo.
H: Yo te ayudaré todo lo que pueda Remedios.
R: Gracias Doctor.
H: Pero tienes que contarle pronto la verdad a Cristina.
En ese momento alguien cruzaba la puerta de la terraza.
C: ¿Contarme que cosa?
R: ¡Cristina!
C: ¿Qué es lo que me tienes que contar nana?
Remedios y Heriberto se miraron con los ojos como platos, ya no había vuelta atrás. Heriberto se levantó y ofreció una silla a Cristina después se acercó a Remedios y le tocó el hombro.
H: Es el momento Remedios, estaré con Estrella si me buscan.
Le dio un beso en la frente a Cristina y se fue con la pequeña.
R: Mi niña no es el mejor día para esto que te voy a contar, no quisiera hacerlo en esta situación pero debes saberlo Heriberto tiene razón, solo espero que no me odies después.
C: ¿De que hablas nana? ¿Cómo podría odiarte?
R: Escúchame Cristina, lo primero de todo quiero que sepas que yo te amo mi niña, haría cualquier cosa por ti, mi felicidad solo depende de la tuya y nunca me alejaré de ti, aunque me pidas que me vaya siempre te protegeré, siempre estaré velando por ti.
C: Nana, me estas asustando. Habla por el amor de Dios.
R: Conocí a tu papá cuando yo tenia solamente 16 años, nos enamoramos pero nadie podía saberlo pues no éramos de la misma clase social, yo sólo era la hija de unos sirvientes y él era hijo de Señores. Eso a nosotros no nos importó y durante años mantuvimos una relación clandestina.