Capítulo nueve

38 8 0
                                    

Viernes 17 de marzo de 2023

Sonaba la alarma de todos. Seis y media.

Los profes nos verían en la recepción a las siete, buena hora para despabilarnos y arreglarnos para lo que sería un día lleno de trabajo.

Estando allí los autobuses nos llevarían al siguiente pueblo el cual estaba a casi dos horas.

Todo marchaba bien, algunos estábamos cansados del día anterior, pero no era gran cosa.

Estando en el autobús se me hizo raro que de la nada al paso de una hora y media se haya detenido.

Me asomé por la ventana para saber si ya habíamos llegado y parecía ser el centro del pueblo. Suponía que no era nuestro destino.

Pasaron como cinco minutos y una de las profesoras se dirigió a nosotros.

–Jóvenes, el autobús del otro grupo se averió y los choferes van a ver que es lo que pasó, por lo mientras salgan a tomar aire y nos vemos aquí en dos horas.

Perfecto, tiempo libre.

Salimos y estaba bonito el lugar, era una especie de micro plaza en donde estaba un kiosco y una hilera de comedores y tiendas.

Mis amigos y yo nos fuimos a sentar en una de las banquitas cerca del kiosco.

Kenia y Juli fueron a una tienda a comprar agua y frituras para comer en lo que estábamos ahí.

Lucas y yo estábamos platicando sobre los problemas que habrían tenido los transportes y en eso se acercó un compañero.

–Saúl, Lucas ya vieron que hay un rio aquí cercas.

–¿Cómo crees?

–De verdad, esta a dos calles de aquí. Vamos.

–Gracias, ahorita te alcanzamos.

Que bien, solo era cuestión de esperar a las chicas para que fuéramos a revisar.

Partíamos los cuatro y efectivamente, el rio ahí estaba.

Era bastante ancho y de corriente tranquila.

No se veía que el agua fuera a gran velocidad.

–Oye Saúl ¿y si nos metemos? –. Me decía Lucas.

–¿Cómo crees? Nos vamos a mojar y no traemos ropa.

–Pues solo metemos los pies.

Lo pensé un poco y decidí aceptar. No veía nada de malo en su propuesta.

Había una roca enorme adentro del rio y me senté para quitarme mis tenis al igual que mis calcetines. Me arremangué mi pans para sumergir mis pies lo más que pudiera.

La sensación de meter los pies en agua era satisfactorio.

Cerrar los ojos, menear los pies poco a poco, escuchar el viento chocando con los árboles, la brisa llegando al rostro.

Sin duda así se tendría que sentir la vida todos los días.

En fin, estuvimos ahí hora y media en lo que charlábamos, reíamos, aventábamos piedras al rio.

Después era hora de partir hacia los autobuses.

Llegamos a ellos solo para recibir la noticia de que los camiones todavía no estaban listos para estar operando así que todos nosotros, incluyendo a los profesores, tendríamos que hacer nuestro recorrido a pie.

Era una noticia que no me gustó nada, el pensar que tendríamos que caminar otra hora o incluso más para llegar, y luego ir a recolectar estando ahí, y luego con mis tenis.

Pero no había nada que hacer, la ordenes estaban dichas.

Hasta eso la caminata no se hizo tan pesada, solo fue media hora caminando.

De hecho, fuimos a recolectar en el mismo rio en el que estábamos hace un momento, pero a unos metros más lejos de ahí.

Nuestro profesor de unidad hizo algo diferente a los demás maestros, mientras los demás compañeros de las otras unidades estaban recolectando en el mismo lugar, él nos llevó a explorar por otro lado, siguiendo la vereda del rio.

El recorrido en total estando ahí se alargó como por una hora.

Incluso estando ya muy separados del resto nos hizo cruzar el rio.

Obviamente me tuve que quitar de nuevo mis tenis para hacerlo.

Tuvimos un breve descanso al cruzar, todos elegimos una roca del rio para sentarnos.

Fueron solo quince minutos y partíamos de nuevo.

Ahora teníamos que escalar una montaña que estaba enfrente de nosotros.

Ya se volvía un poco tedioso eso de caminar por los árboles.

–Oye Saúl, ¿ya viste? – Me decía Lucas mientras apuntaba a lo más alto de una montaña que veíamos a lo lejos.

–No puede ser ¡Se nos va a caer el cielo!

Mi Bella InquietudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora