Capítulo quince

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Lunes 10 de abril de 2023

Hoy está comenzando la semana y pintaba muy aburrida.

Pasó mi primer clase y me dirigía a laboratorio.

Eran de esos días tan aburridos que no importaba si me regañaban los profesores o me felicitaban, daba igual.

Tan así iba el día hasta que ...

"¡No puede ser!", me metí rápido al baño.

"¿Qué hace aquí?"

En la entrada de laboratorio estaba Juli con su hermana.

Debo admitir que ya extrañaba esa sensación de nerviosismo y emoción al mismo tiempo por una chica.

Pero ni modo, tenía que enfrentar la situación.

Mi corazón se aceleraba mientras caminaba hacia ellas, Dalia se veía muy hermosa, sin casi nada de maquillaje, solo un delineado que le hacía resaltar sus ojos.

–Hola chicas.

–Hola Saúl– contestaban.

–Oye de casualidad ¿tendrás otra bata? – me preguntaba Juli.

–No ¿por qué?

–Es para Dalia.

–A ya veo, pues la pueden rentan en el otro edificio.

–¿La puedes acompañar en lo que voy a sacar copias porfa?

–Si claro.

Y así de rápido nos encontrábamos solos por primera vez.

No pasó nada del otro mundo, fuimos al salón por su bata y nos regresábamos.

Platicamos de la escuela y lo estresante que era.

En ese tiempo que estuve con ella a solas no paraba de observarla e intentar de decifrarla, pero no era suficiente tiempo. No sé si era porque llegó de imprevisto o solo tenía ese bloqueo mental de no saber de qué hablar.

Llegamos a laboratorio y ya estaban Lucas y Kenia, también Juli.

Charlamos un rato en lo que llegaban los profesores y después entramos.

Eran cuatro horas en las que no podía conversar con Dalia porque la práctica de laboratorio me absorbía el tiempo. Ni pasó por mi mente que en el mismo salón se encontraba la chica que me gustaba.

Faltaba media hora para que acabara la clase y la vi salir.

Era mi hora de actuar.

Ya no faltaba mucho por hacer en la práctica así que la seguí.

Estaba afuera del salón recargada en la pared. Al parecer estaba tomando aire.

–¿Ya te aburriste? – le preguntaba mientras sonreía.

–Si, un poco. Hay mucho estrés en el salón.

–Te entiendo, pero llega el punto en que te acostumbras.

–Si, supongo.

–¿En tu salón supongo que también se vive con estrés o no?

–Mucho, y más ahora con lo de nuestro proyecto final.

–¿De qué es tu proyecto final?

–Esta muy padre, mi equipo y yo hicimos una empresa de bolsas biodegradables.

–Woow que bien.

–Si, de hecho, mira.

Me mostraba su teléfono con fotos de las bolsas que habían hecho.

–¿Y cómo se llama su empresa?

–Ecomoda, como la de la serie.

–¿La fea más bella?

–¿Ya la has visto?

–No, yo si tengo vida social– me reía mientras le sacaba también una sonrisa a ella.

–Que malo eres.

–No te creas, yo tampoco tengo vida social, me la paso viendo futbol.

–¿Te gusta ver futbol?

–Si, tanto así que me gusta más verlo que jugarlo.

–Vaya, a mi no me gusta mucho el futbol.

–Si te creo, a Juli tampoco le gusta.

–Si, a mi familia en general casi no le gusta.

De la nada revisó su celular, al parecer le había llegado una notificación.

Lo raro fue que hizo una mueca de disgusto, se le cambio el desplante de repente.

–¿Todo bien?

–Si todo bien.

Guardó su teléfono y se dirigía a mí con una sonrisa.

Conocía bien ese desplante, es clásico cuando algo no muy bueno pasaba. ¿Algo de eso tenía que ver con su pareja? No era de mi incumbencia, pero si era así, no era señal de esperanza, suelen ser roces comunes y corrientes.

–Bueno, voy a entrar de nuevo a ver que han dicho ¿va?

–Vale, vamos.

No tardó mucho en que acabara la práctica y los seis ya reunidos afuera del laboratorio nos dirigíamos a acostar a unos pastos que se encontraban ahí dentro de la universidad.

Fue tan hermoso el momento de estar acostado al lado de la chica que me había quitado la tranquilidad y devolvérmela en ese preciso momento.

Mirar el cielo y sentirla a un lado era lo que quería todos los días.

Mi Bella InquietudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora