Capítulo 13

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Ra avanzaba con pasos firmes, con los ecos de sus pasos resonando en sus oídos, pero lo que más lo atormentaba era la decepción que estrujaba su estómago. Sus puños se apretaban con furia mientras se acercaba al trono, donde Horus se había levantado apresuradamente para arrodillarse ante él.

—Mi señor...

Ra no le dio oportunidad de terminar cuando su mano se abatió sobre su mejilla con brutalidad, y un silencio tenso llenó la sala, mientras el susurro del Nilo los envolvía en su abrazo frío.

Con los ojos abiertos de par en par, Horus se tocó la mejilla con lágrimas asomándose.

—¿Qué estás tramando? —la voz de Ra brotó como un rugido ahogado, y avanzó hacia el rostro del menor, quien lo miraba con pavor— ¿Por qué has invitado a los dioses griegos?

—Majestad... —Horus carraspeó y retrocedió un paso, enfrentando la furia que centelleaba en los ojos dorados de Ra—. Estoy comprometido.

—Con la nieta de Ares, lo sé. —masculló Ra— Pero aún no has respondido a mi pregunta. ¿Qué pensaría tu padre de ti?

—Mi padre ya no está.

—¡No! —gritó Ra, y las llamas en las antorchas de las paredes se elevaron— Porque tú te has ocupado de eso. Has usurpado su trono, Horus.

—No he usurpado nada. —el menor avanzó hacia él, con una mirada distante— He tomado el trono que me corresponde por derecho.

Ra esbozó una sonrisa amarga.

—Dime, Horus —se aproximó a su rostro, acelerando el latido del corazón del contrario— ¿Has invitado a los dioses griegos por miedo a lo que pueda ocurrir cuando se revele la verdad en el reino?

Horus apretó sus labios temblorosos y levantó la barbilla, forzando la calma.

—¿De qué habla, mi señor?

Ra lo agarró bruscamente por el cuello, atrayéndolo hacia su cuerpo con violencia, sintiendo la respiración entrecortada del menor que lo miraba con horror.

—Puedes burlarte de los egipcios que creen en ti todo lo que quieras —siseó—, pero no de mí. Llegaré al fondo de esto, y ruego a todos los dioses que, cuando lo haga, no hayan arrancado tu cabeza.

Las puertas se abrieron, y Ra soltó a Horus con brusquedad, apartándolo de sí. Pasó las manos por su larga melena y giró la cabeza, encontrando la mirada de Helios que avanzaba hacia él, escoltado por dos guardias egipcios.

—Qué bueno verte. —sonrió Ra, haciendo un gesto a los guardias para que abandonaran la sala, una orden que fue obedecida de inmediato— Siempre he creído que los dioses del sol deben liderar todos los reinos. —añadió, ganándose una fría sonrisa por parte del rubio que iba ataviado con una brillante armadura dorada.

—No te veo reinando. —murmuró Helios, y la expresión de Ra se ensombreció.

—No necesito sentarme en el trono.

—¿Aun así te respetan como a un rey?

—Eso quiero creer. —respondió Ra, actuando con calma.

Helios volvió a mostrar una sonrisa burlona y se acercó más.

—Dime, ¿qué pasó con Osiris? —preguntó en un susurro, observando desde la distancia cómo Horus luchaba por escucharlos.

Atónito, Ra se quedó en silencio mientras lo observaba.

—¿Qué pasó con Zeus? —replicó, provocando una risa baja que se deslizó por los labios del rubio.

—No hay comparación entre esos dos dioses. Osiris era conocido por su nobleza, por cuidar siempre de su gente. Todo lo contrario al difunto Zeus.

Luz del Olimpo - Ícor y Sangre | Hyunlix | 2do Libro de LDIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora