Capítulo 4

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En medio de su debilitamiento y la batalla constante que su mente libraba para que su cuerpo le obedeciera, Hyunjin se encontraba en una gélida habitación, donde sus oídos afinados percibían la lluvia que danzaba afuera. Las gruesas gotas repiqueteaban contra los cristales de las ventanas, conmovían las hojas de arbustos y acariciaban los pétalos de las flores. A medida que su audición se agudizaba, Hyunjin se percató de que no estaba solo en ese sombrío lugar; alguien sostenía su mano con una ternura reconfortante, irradiando calor.

—Debemos tomar medidas —expresó la voz angustiada de su madre—. Debemos liberar a mi hijo de esos malditos poderes que lo afligen.

—Me encargaré de ello —resonó la voz de Felix, y al abrir lentamente los ojos, Hyunjin pudo vislumbrarlo. El rubio se erguía junto a la cama, sin soltar su mano mientras observaba con preocupación a Perséfone—. Extraeré los poderes de Changbin de su interior.

<<Ni lo sueñes, Felix>>, pensó Hyunjin, aunque no hallaba la fuerza para contradecirlo.

—Nada de eso —intervino Helios—. Tú no te arriesgarás de esa manera.

<<Gracias, Helios>>.

—En estos momentos, la salud de mi hijo es lo más importante —masculló Hades, con tono molesto—. Alguien debe atenderlo.

—Jisung tardaría demasiado en llegar —susurró Selene.

—Majestad —la voz temblorosa de Irene los interrumpió—. Jeongin está afuera. ¿No sería útil en esta situación?

La mención de Jeongin hizo que la mano de Felix apretara con mayor fuerza la de Hyunjin.

—A pesar de que aborrezco la idea... —suspiró Perséfone—, creo que no tenemos otra alternativa.

—Cariño, ¿qué opinas al respecto? —preguntó Selene, dirigiéndose a Felix, quien lanzó una rápida mirada a Hades antes de soltar un suspiro saturado de desprecio.

—Supongo que no tenemos otra opción —musitó, con un dejo de amargura.

Los presentes intercambiaron miradas fugaces y con un gesto leve de Selene, ordenó buscar a Jeongin, en lo que Irene asintió con una rápida reverencia y se retiró de la habitación.

Pasados unos escasos segundos de silencio, en los que solo se oía la lluvia y el crepitar de las llamas en la chimenea, Jeongin se asomó por la puerta, mostrando desconcierto en su rostro. Al igual que todos, se sentía incómodo por ser llamado a un lugar donde parecían depositar todas sus esperanzas en sus hombros. Era absurdo; debía tratarse de una emergencia.

—Permítanme actuar con respeto —susurró el rubio, captando la atención de Felix, quien arqueó una ceja—. Preferiría evitar acercarme tanto a Hyunjin. ¿Ha presentado fiebre?

—En estos momentos, su piel arde como lava —murmuró Felix, haciendo que la tez de Perséfone palideciera ante la preocupación.

—¿Podrían darme detalles precisos sobre cuándo y por qué Hyunjin se encuentra en este estado? —añadió Jeongin, observando las manos entrelazadas de Felix y el pelinegro.

—Desde el día de la guerra —respondió Helios—. Sospechamos que se debe a los poderes que Hyunjin absorbió de Changbin y... —Guardando silencio, el rubio lanzó una mirada rápida a Selene, quien mantenía una expresión tosca dirigida a Jeongin. Era evidente su desprecio.

—De mi padre —completó Jeongin, esbozando una sonrisa—. Lo sé, lo vi.

Helios simplemente asintió con una sonrisa tenue, le generaba cierta melancolía recordar ese episodio.

Luz del Olimpo - Ícor y Sangre | Hyunlix | 2do Libro de LDIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora