Capítulo 16

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Entre sombras que se fragmentaban en tres siluetas, resonaban risas inquietantes y ecos lejanos en la mente de Ava, quien postrada en una cama, luchaba por disipar la bruma que nublaba su visión.

Entre parpadeos, pudo distinguir llamas danzantes reflejándose en una pared, un sofá cercano y frascos de perfumes dispuestos en un tocador dorado. Cortinas marrones, ostentosamente largas, bloqueaban la entrada del sol.

Ava se alzó de la cama con deliberada parsimonia. Su cuerpo estaba pesado y el dolor en su cabeza enviaba punzadas a su pecho. Experimentaba fatiga, al borde de sumergirse nuevamente en el abismo de la incertidumbre.

Llevó una mano a su sien, y un quejido de dolor escapó de sus labios al apoyar su espalda contra el cabecero de la cama.

—Es un alivio que hayas despertado.

Aquella voz la sobresaltó, y cubriéndose con las sábanas de seda, como un gesto de protección, abrió los ojos de par en par, revelando el rostro de Horus, quien permanecía sentado en un sillón cercano, tan sorprendido como ella.

—¿Dónde estoy? —preguntó, con voz ronca.

Horus esbozó una sonrisa.

—En Egipto.

Ava abrió más sus ojos, sin emitir sonido alguno.

—¿No recuerdas nada de la noche anterior? —preguntó Horus, percibiendo la confusión en su expresión.

La diosa bajó la mirada, luchando por recuperar imágenes de lo sucedido, pero nada emergía en su mente. Se sentía aturdida y muy desorientada.

—Mis hombres te hallaron en las puertas del palacio —añadió él, ante su silencio—. Estabas bastante golpeada y mencionaste haber sido atacada en uno de los bosques más cercanos del Olimpo.

Ava frunció el ceño y lo observó con desdén.

—¿Cómo llegué tan rápido a este lugar?

Horus soltó una risa baja e inclinó la cabeza.

—Somos dioses —susurró—. Supongo que ambos entendemos que no necesitamos soportar viajes interminables para visitar nuestros reinos. Velocidad sobrehumana, poderes de teletransportación, viajes interdimensionales...

—Lo sé —interrumpió ella con voz firme—. Conozco todas las capacidades que nosotros, los dioses, poseemos. Me refiero a que... —guardó silencio por un instante, deseando recordar algún destello de la noche anterior—. Sospecho haber caído en un profundo estado de conmoción, y de esa manera sería incapaz de utilizar mis poderes para llegar a este lugar... A otro reino. Tan lejos de casa.

—Querida, escúchame. —Horus tomó una de sus manos con suavidad, y ella apretó los labios, deseando abofetearlo por semejante atrevimiento, pero debía mantenerse al margen, puesto que se encontraba en desventaja al estar rodeada de egipcios.

—Puedo imaginar lo arduo que debe ser para ti despertar en este lugar sin recordar cómo has llegado. Comprendo sinceramente tu situación, pero necesito que confíes en que mis intenciones han sido velar por tu seguridad. No hemos hecho más que cuidar de tu descanso para que puedas recobrar fuerzas. —continuó el.

Ava bajó la mirada a la mano de Horus, que acariciaba su piel con delicadeza, sin saber cómo responder.

—Neftis ha preparado un atuendo para ti —sonrió Horus, levantándose del sillón—. Sigues vistiendo la misma ropa con la que te encontramos. No quería que despertaras con malentendidos sobre nosotros, así que di la orden de que fueras la única en despojarse de ese vestido.

Ava levantó la sábana y observó su atuendo. Todavía llevaba el vestido negro que había usado para la celebración del cumpleaños de Elián.

Elián... El campo de rosas negras. Lo recordaba, pero después de eso, todo se volvía borroso.

Luz del Olimpo - Ícor y Sangre | Hyunlix | 2do Libro de LDIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora