Capítulo 14

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Kynthios se dejaba envolver por la brisa matutina. Se hallaba de pie junto a un sereno río, con sus ojos cerrados para apreciar la naturaleza que lo rodeaba. El aroma del bosque llenaba su nariz, y su audición se agudizaba gradualmente al escuchar el susurro del río, el choque del agua contra las piedras y el sutil aleteo de los peces. Con un gesto preciso, abrió un sendero en el agua y fijó sus ojos grises en tres peces que luchaban por su aliento, observándolos con apatía mientras se retorcían en el húmedo suelo hasta quedar inmóviles.

Extendió la mano para tomarlos, pero un rugido atronador lo hizo lanzarse al suelo, resguardándose del estruendo que llenó el aire. Mientras las aves huían en estampida desde los árboles, Kynthios se incorporó rápidamente.

—¡Maldita sea, Thalassa! —exclamó, levantándose de un movimiento brusco, pero su expresión furiosa se transformó en horror al encontrarse cara a cara con Fylax, el majestuoso león de Thalassa.

—Díselo a él, no a mí —bromeó ella, haciendo que el río recobrara su serenidad, llevándose consigo los peces que Kynthios había dejado sin vida—. Fylax presenció la magnitud de tu crueldad y no le agradó.

Kynthios resopló, sacudiendo la tierra de su pantalón marrón.

—¿Crueldad? —se cruzó de brazos.

—Disfrutabas del sufrimiento de esos peces. —Thalassa abrió los ojos ampliamente, revelando sus perfectas perlas azules que resplandecían bajo el sol.

—Iban a morir de todas formas.

Thalassa apretó la lanza que sostenía en una de sus manos y la lanzó al río, sobresaltando a Kynthios. Este giró su cuerpo y la observó sacar la lanza con dos peces empalados en el filo.

—Esto es una muerte rápida —sonrió ella, lanzando el arma en su dirección—. A esto se le llama cazar.

—Cállate —Kynthios miró con desdén a los peces muertos en la lanza y la observó con severidad.

—Mi padre Seungmin me enseñó muchas técnicas de caza —sonrió Thalassa, apoyándose en el costado de Fylax, que se encontraba acostado con los ojos fijos en Kynthios—. Puedo enseñarte cuando quieras.

Kynthios sonrió con amargura y le devolvió la lanza.

—Sé cómo cazar —dijo, reanudando su camino hacia el palacio de los mares—. Pero trabajo más en las técnicas del agua. Algo en lo que tú también deberías concentrarte. Pronto serás dueña de todo un reino, pero parece que te preocupas más por el mundo animal.

La expresión de Thalassa se oscureció mientras se levantaba para caminar a su lado, con Fylax siguiéndola de cerca.

—Sé controlar el agua. —murmuró, pero Kynthios solo sonrió, consciente de que no era del todo cierto.

Desde el palacio, Rodo los observaba a través de uno de los ventanales, con los brazos cruzados y una mirada vacía.

—Te he notado tensa desde que regresamos de Egipto. —comentó Chris, ubicándose a su lado.

Rodo esbozó una tenue sonrisa sin mirarlo aún.

—No me malinterpretes, estoy feliz de tenerte de vuelta.

Chris alzó ambas cejas y giró hacia Seungmin, que estaba sentado cerca de la chimenea, observándolo con una expresión juguetona.

—No saltes de alegría, hermana —burló Chris, mirándola de nuevo—. Podrías torcerte un tobillo.

El cuerpo de Rodo se tensó aún más, y bajó la mirada para forzar una sonrisa fría mientras Chris se alejaba para sentarse cerca de Seungmin.

—Jeongin me ha informado que el pueblo no apoya la sucesión de Thalassa —dijo con firmeza, girándose para mirarlos.

Luz del Olimpo - Ícor y Sangre | Hyunlix | 2do Libro de LDIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora