—Seth no es digno de ascender al trono de Egipto; la responsabilidad es demasiado grande para él.
El recuerdo de la voz de Ra resonó en la sala, haciendo que Seth frunciera el ceño y se perdiera en las llamas de la chimenea frente a él. El fuego se alzaba con violencia, como queriendo atormentarlo con recuerdos de su desafortunado pasado.
—¿No lo es? —Osiris se puso de pie desde su majestuoso trono y se acercó a Ra con una mirada penetrante—. Es cierto que Seth ha llevado una vida algo tumultuosa, pero...
—¿Algo? —Ra soltó una risa sarcástica.
Y Seth juró haberla escuchado. El recuerdo estaba tan fresco que sentía que lo estaba viviendo de nuevo.
—Seth es el más irresponsable e insensible de todos los dioses —masculló Ra, acercándose a Osiris—. Apenas tiene quince años y ya ha defraudado a la corona y a Egipto más de lo que puedo tolerar.
—Estás exagerando...
—No, Osiris —lo interrumpió Ra nuevamente—, no exagero. El trono le queda grande a Seth, y juro que no permitiré que sea tu sucesor mientras yo viva.
—Pero...
—Tu hijo llevará la corona después de ti —sentenció Ra, abriendo las puertas del palacio para salir—. No se hablará más de este tema. Seth es una vergüenza y me rehúso a darle más poder del que lamentablemente ya tiene.
Ra salió, cerrando la puerta de golpe tras de sí. Y detrás de unos pilares, donde la oscuridad lo ocultaba, Seth, que había escuchado toda la conversación para su propia desgracia, pudo ver la expresión de tristeza en el rostro de Osiris.
Aquella maldita expresión de lástima que tanto despreciaba.
Seth soltó una risa ronca, más llena de rabia que de burla. La vida parecía cargada de ironía; después de una noche en la que los griegos habían jugado con él, los recuerdos de un pasado desdichado comenzaron a invadir su mente como una espiral tortuosa.
Lo último que deseaba era rememorar las sombras de su vida, tocar las heridas de su alma y repasar el inicio de una oscuridad eterna.
Un estruendoso trueno lo hizo girar hacia el balcón, desde donde se apreciaba una intensa lluvia. Las cortinas se agitaban inquietas, dominadas por un viento insistente. El aroma a tierra mojada lo llevó a cerrar los ojos. No recordaba cuándo había sido la última vez que llovió en Egipto.
Decidido a apartar el abismo de su mente, dejó la copa de vino en una mesa cercana donde reposaba la máscara plateada que varios habían usado durante la noche. Escuchó las puertas abrirse pero no se molestó en ver quiénes eran, en cambio, tomó la máscara entre sus manos y la convirtió en polvo.
Aquella sensación de poder lo hizo sonreír. Pronto reduciría a polvo a más de uno.
—Mi señor —dos guerreros le hicieron reverencias elegantes, finalmente atrayendo su mirada—. Hemos traído lo que solicitó.
Seth observó al hombre arrodillado que estaba entre los dos guerreros. Una tela marrón cubría su cabeza y sus manos estaban sujetas a su espalda por una cadena despiadada.
Seth hizo un gesto con la mano y uno de los hombres quitó la tela, revelando su rostro.
Ojos azules, cabello rubio, piel pálida; eso sin duda lo hizo sonreír como un completo demente.
—Vaya... —suspiró, poniéndose de pie—, te pareces mucho a Elián.
Al escuchar aquel nombre, el hombre abrió sus ojos desmesuradamente, derramando espesas lágrimas.
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Luz del Olimpo - Ícor y Sangre | Hyunlix | 2do Libro de LDI
FantasyEn los dominios del Olimpo, donde los hilos del destino entrelazan a dioses y mortales, Hyunjin y Felix, una pareja que alguna vez floreció en la gloria, ahora enfrentan una tormenta que amenaza con desgarrar el mismo tejido del reino celestial. F A...