En ocasiones, el amor se revela como un arma de doble filo, otorgándonos plenitud pero también sumiéndonos en la incompetencia, ceguera e ignorancia.
Ares contempló a la presunta responsable de las pesadillas que asolaban el Olimpo. Arrugó las cartas entre sus manos, apretó el puño y observó el semblante horrorizado de la mujer que en algún momento amó, pero que ese día personificaba a la diosa a la que más aborrecía.
—Mis hombres... —logró decir con voz débil, preso de la decepción— Comencemos con el asunto de mi tropa.
Afrodita cruzó sus brazos, intentando mantener la calma ante la tormenta reflejada en la mirada del mayor.
—Abandonemos las falsedades —añadió Ares—. Con pruebas contundentes y la certeza de que mis sentimientos por ti me han convertido en un peón en tus maquinaciones, está claro que eres culpable.
—Lo cual te convierte en cómplice —respondió Afrodita con cinismo, provocando revuelo en el estómago del dios—. Has sido parte de cada plan que he trazado durante años, inconscientemente.
—¿Inconscientemente? —resopló Ares, llevando una mano a su frente—. ¿Cómo no lo imaginé? Eros extrajo ese repulsivo poder de ti; sin embargo, nunca necesitaste una flecha para atacar.
La rubia bajó la mirada, enderezando su postura.
—¿Qué me has hecho? —añadió Ares, dando un paso hacia ella— ¿Me envenenaste? ¿Jugaste con mi mente? ¡¿Qué has hecho, maldita sea?!
—¡Me bastó con manipular ese frágil corazón que rebosa amor por mí! —exclamó la rubia, clavando en él una mirada demoníaca.
Ares retrocedió, con los labios entreabiertos, sin poder creer lo que tenía delante.
—Mis hombres...
—Deja de lamentarte por tus hombres —Afrodita se dio la vuelta, cortando la mirada del dios—. Si fue fácil controlarte a ti, imagina lo sencillo que fue manejarlos a ellos a mi antojo.
Ares llevó una mano a la sien. Todo empezaba a dar vueltas.
—Me has decepcionado —susurró la rubia, volviéndose para mirarlo—. Permitiste que Eros muriera sin luchar y te uniste a quienes causaron su muerte. —con pasos largos, cortó la distancia entre ellos— Has sido un hipócrita, porque siempre has amado más a Minho.
—¡Sí! —gritó él, con una fuerza que hizo saltar a la menor—. Porque Minho es lo único que ha valido la pena de nuestro matrimonio.
—¿Cómo puedes decir eso? —Afrodita palideció, con un molesto nudo en su garganta.
—Es la verdad, la verdad que tanto evitabas escuchar —masculló él—. Eros seguía tus pasos, actuaba de forma cruel en contra del amor para complacerte a ti. Se convirtió en un dios desalmado por seguir tu ejemplo. —Ares bajó la mirada entre risas bajas—. Pero yo luchaba por ignorar esos comportamientos porque sabía que eso desataría un rencor hacia ti. —sus ojos se cristalizaron y desvió la mirada al ventanal— Lo más doloroso es que estoy seguro de que habrías preferido que Minho muriera y no tu adorado Eros.
Afrodita le dio la espalda, pasando ambas manos por su cabeza.
—Todas las noches me cuestionaba el haber roto el corazón de tu antiguo esposo —murmuró Ares—. Vivía con una diosa que nunca conocí, y la mayoría de sus acciones me provocaban repulsión por la falta de honestidad en ellas. Me preguntaba a diario si haber destruido tu matrimonio había valido la pena, y todas esas noches en vela lo único que me salvaba era el recuerdo de Minho. Su existencia, eso me mantuvo a flote, seguro de que tenerlo hizo que todo valiera la pena. Por eso fui un completo idiota con él, le reprochaba siempre que fuera más como yo y menos como su horrible madre. ¡Quería que amara la guerra, que se aferrara a la espada más que a esas estúpidas flechas!
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Luz del Olimpo - Ícor y Sangre | Hyunlix | 2do Libro de LDI
FantasíaEn los dominios del Olimpo, donde los hilos del destino entrelazan a dioses y mortales, Hyunjin y Felix, una pareja que alguna vez floreció en la gloria, ahora enfrentan una tormenta que amenaza con desgarrar el mismo tejido del reino celestial. F A...