40. El diario del sabio

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Ni muy lejos pero tampoco tan cerca del epicentro, Sage se desplazaba a su propio ritmo entre lo que quedaba de un centro comercial.

—... Es increíble que estas escaleras sigan funcionando tras todo esto.

En una situación bastante irónica, el tranquilo sabio se movilizaba en las escaleras eléctricas que proveía el centro.

'¿Qué es lo que estaba haciendo en primer lugar...?'

Milagrosamente, a pesar de que el lugar era un verdadero desastre, todavía conservaban su función principal.

Mientras ascendía lentamente hacia los pisos superiores del ayuntamiento, Sage no pudo evitar reposar su mirada hacia las afueras de aquel condominio.

'¿Toda esta destrucción es necesaria?'

Sabía muy bien que tenías ideales por cual cumplir, ¿pero no era demasiado extremista conducir a una civilización al borde del colapso?

—Pero...

Sage apretó fuertemente su bastón y endureció su mente, ahora que había llegado tan lejos, no podía que pensamientos tan intrínsecos como la duda y sus demás temores, nublaran su determinación férrea.

Con toda la tragedia de los eventos que desencadenaron por ser el vencedor del rey demonio en su mundo, a veces se arrepentía profundamente de no haber tomado la decisión de huir en primer lugar hacia un lugar lejano con sus amigas.

Sin embargo, eso ya no iba a ser posible.




***




Al principio de todo, el escenario estaba lleno de risas y gritos. Nos divertíamos a nuestra manera peculiar.

La fatídica diosa que nos acompañaba traía consigo más problemas que bendiciones, Aqua. Su voz estridente aún resuena en mis oídos, y aunque mis recuerdos de aquel día son un tanto confusos, reviven una incómoda molestia en mí cada vez que los traigo a la memoria.

Cuando comenzamos en este nuevo mundo, estaba en la parte inferior de la cadena alimentaria, por decirlo de alguna manera.

Estábamos en una misión bastante simple: matar a un conejo.

—Espera un momento, Kazuma, ahí está.

En medio de las llanuras de Axel, el sol se alzaba como una gran esfera amarilla en el horizonte. Aqua, sin cesar, detuvo mi mano en el proceso de desenvainar mi arco.

—¿Qué pasa?

—No es necesario que matemos a ese conejo.

—¿...?

En realidad, no entendía a qué se refería exactamente. Por lo general, estos conejos tenían la capacidad de devorar a un aventurero de nivel intermedio si uno se descuidaba y dormía cerca de ellos. Sin embargo, durante el día, eran criaturas bastante pacíficas.

Por eso, pensé que sería pan comido si solo me equipaba con un arco y algunas flechas.

—¿Ves a ese conejo allí?

El conejo estaba alejándose de nosotros. Fue entonces cuando Aqua, con su innata sabiduría, sugirió:

—Dejemos que camine al sol, ¡así se quemará y terminaremos con él de una vez!

Konoverso : Dos caras de la misma monedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora