—¡Nuestra Cath es una buena chica —murmuró Stephen Boyle—, todo lo que hizo fue enamorarse de ese hombre, lord Riderbown. Y él de ella!
Una indescriptible tristeza invadió a Scubs. Lady Merritt sacó un pañuelo de encaje de su ridículo y se enjugó las incipientes lágrimas. No se atrevía a hablar, aún, acerca de su amistad de años con Elizabeth.
—Sí —agregó Hellen Boyle con ojos enrojecidos—, él la amó también, pero no les permitieron estar juntos.... ¡Eran muy jóvenes!
—Riderbown acababa de comprometerse con la señorita Constance —continuó el marido—. Conoció a Cath cuando empezó a frecuentar la casa; habló conmigo, me dijo que de alguna manera rompería su compromiso y se casaría con Cathy, se la llevaría lejos para evitar habladurías y que no tuviésemos problemas. —Apretó la mano de su esposa—. Todo estaba acordado, pero la señorita Constance se enteró y fue el acabose. Armó un escándalo mayúsculo, pidió que nos echaran a los tres. El señor Timothy se impuso ya que conoce a Hellen desde niños, consideró que ni ella ni yo, ni Cath, teníamos culpa de que ese hombre fuese un canalla. Igual, la señora Mary Louise consiguió que se despidiera a Cath o, por lo menos, eso creyó ella. La verdad fue que el señor no tuvo corazón para dejarla en la calle, la envió a Aldridge Hall con la idea de conseguirle trabajo en Londres. Pero resultó que estaba embarazada, la muy tonta. —Hellen Boyle lanzó un gemido—. El señor Timothy la dejó al cuidado de los caseros —continuó Stephen al tiempo que luchaba con las lágrimas que caían sin remedio—, los Hayden, son buena gente. Hellen se las ingenió para ir a visitarla un par de veces, poniéndole distintas excusas a la señora Mary Louise.
—En mayo —intervino la cocinera con voz quebrada—, cuando dio a luz, ¡yo estuve ahí junto a mi niña! ¡Recibí a mi nieta con mis propias manos, inspector! ¡No podíamos acudir a una matrona o todo el mundo se enteraría! Hubiera sido el fin de la esperanza de una vida digna para mi Cathy.
—Por aquellos días —siguió el jardinero—, el señor Grubber acababa de llegar a esta casa, era un jovencito muy serio y educado. —El mayordomo carraspeó, emocionado, Boyle le dio una suave palmada en el hombro y continuó con un hilo de voz—: Había que entregar a la niña. Le encomendamos que llevase a la bebé a un buen lugar, un sitio del que pudiésemos recuperarla cuando todo se calmara. Catherine necesitaba reponerse y marcharse donde nadie la conociera para poder hacerse una vida lo más decorosa posible o hubiera terminado.... ya sabe. La familia Riderbown se enteró de la infidelidad, la señorita Constance se encargó de ello. Nadie supo lo del bebé, pero sí del engaño; odiaban a Cath sin conocerla. Tampoco le contamos a lord Riderbown que había tenido una hija. ¿Qué sentido tendría? En aquel entonces era solo un muchacho de veinte años. Su familia no le dejaría mover un dedo por Cath o por la niña.
—Para la señorita Constance también fue un problema —mencionó Hellen—, nadie quería casarse con ella hasta que apareció lord Blieching y bueno, no le importó lo sucedido, supongo.
—Hizo un buen negocio con el señor Timothy —indicó su marido—, pero eso no nos importa. El caso es que Andrew entregó la bebé a un vicario y a su esposa.
—Paul Hattie —murmuró Scubs.
—¿Lo sabe? —preguntó Hellen, asustada.
—Lo supe anoche —repuso Scubs—, alguien, supongo que Henry Phelps, intentó chantajear a lord Riderbown con ese secreto... —Meneó la cabeza.
—¿Lord Riderbown lo sabe? —preguntaron al unísono Grubber y el señor Boyle.
—No todavía, pero tiene derecho a saberlo, ¿no creen?
—¿¡Para qué!? —irrumpió Hellen, furiosa—: ¡No puede hacer nada! ¡No va a reconocer a la niña estando casado! ¡Y aunque no lo estuviera, admitir que tiene una hija bastarda sería su ruina!
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La doncella que limpiaba los cristales
Teen Fiction✔Novela juvenil / Policial ✔Completa #CoronaAwards2024 Unos horribles asesinatos se han cometido en una de las casas más prestigiosas de Hillside Bell. El recién ascendido inspector Scubs es designado a la investigación y se abocará a ello con toda...