El inspector y su sargento se hallaban en la salita de recepción de los sirvientes, que ya había sido examinada con todo cuidado sin haberse encontrado nada más que las pequeñas marcas de sangre en la pared rugosa.
—La señora Boyle admite haber discutido con el ama de llaves —relató Flanagan en voz muy baja—. No quiso explicarme el motivo, dijo que son temas personales que nada tienen que ver con su muerte. ¿Esa tal Dorothy le aseguró a usted que fue la cocinera quien la mató?
—No abiertamente, pero destacó que las oyó discutir; reconoce que bien pudo haber sido un ladrón que intentó entrar a la casa y que, al encontrarse con la señora Woods, ésta le hizo frente y él, en el apuro, la apuñaló. Aparte de la señora Boyle, y solo porque las oyó discutir, a la doncella Dorothy no se le ocurre quién podría tener motivo como para asesinar al ama de llaves. —Se llevó una mano a la barbilla y agregó—: Esconde algo, estoy seguro. En cuanto a los temas personales de la señora Boyle, me temo que tendrá que participarnos en caso de ser necesario; nosotros juzgaremos si tienen que ver o no, con el crimen, ¿no le parece?
El sargento asintió.
—Cuando se produjo la discusión —refirió—, Molly había sido enviada por la señora Woods a ayudar a las criadas pequeñas con las cenizas.
—¿A qué hora ocurrió eso? —preguntó Scubs.
—Entre las seis y seis y media de la mañana, aún no habían servido el desayuno de los señores.
—Y a la hora del crimen ¿dónde estaba Molly?
—Pelando patatas para la cena en el fregadero de la trascocina. La señora Boyle comenzaba a guisar la carne.
El inspector analizó la situación unos segundos con los labios apretados.
—Bien —dijo—, vamos a seguir interrogando al servicio. ¿Cuántos son?
—Según la señora Boyle, muerta el ama de llaves, hacen un total de quince. —El sargento arrugó la cara; como no estaba muy seguro, sacó del bolsillo una libreta de tapas negras y se puso a interpretar sus propios garabatos—: El mayordomo, el lacayo, la cocinera, el jardinero, el cochero, la fregona, un ayuda de cámara, tres doncellas, cuatro criados, dos de ellos mujeres, y la ayudante de cocina, Molly.
—Bien, siete hombres y ocho mujeres. ¿Con quienes prefiere enfrentarse, sargento?
Flanagan soltó una risita.
—¡Con los hombres, señor! Son menos complicados.
El inspector arqueó sus delgadas cejas.
—Bien, comience con el mayordomo, yo iré a la cocina. Dígale, por favor al señor... —Chasqueó los dedos, intentando recordar el nombre.
—¿Grubber? ¿El mayordomo?
—Grubber, sí, dígale que, si es tan amable, envíe a las doncellas, a las criadas y a la fregona.
—Sí, señor.
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La doncella que limpiaba los cristales
Teen Fiction✔Novela juvenil / Policial ✔Completa #CoronaAwards2024 Unos horribles asesinatos se han cometido en una de las casas más prestigiosas de Hillside Bell. El recién ascendido inspector Scubs es designado a la investigación y se abocará a ello con toda...