Capítulo 1

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—Mamá, voy al pueblo a ver qué consigo con las monedas que gané ayer con el señor Sergio —dice un joven a su madre antes de salir de casa.

—Ten cuidado, hijo, estás cerca de tu celo. No deberías salir, ya sabes lo que piensa tu padre de todo eso —contesta una madre preocupada—. Tu olor es muy fuerte cuando eso pasa.

—Aún faltan varios días, mamá. De todas formas, me bebí la poción supresora que hiciste. Muchos no logran identificar mi olor para nada —explica el joven sonriente.

Javier es un joven de unos veinte años, tez blanca, algo bronceado por el sol, ojos pequeños, labios carnosos y nariz perfilada, no muy alto. A pesar de ser un omega tiene buena contextura física, con piernas y brazos fuertes. Él ha tenido que ocultar su olor constantemente con una poción especial que prepara su madre con diversas hierbas, ya que en su período de celo atrae gran cantidad de alfas, convirtiéndose en el blanco de las burlas de su padre.

El padre del joven Javier esperaba un alfa como él, pero fue decepcionado con un omega y desde ese entonces no le dirige la palabra a su hijo. Solo lo hace en circunstancias especiales, pero alberga en su corazón el deseo de que la desgracia lo haga desaparecer.

El joven viste únicamente las prendas que le hace su madre: un pantalón corto y camisa manga larga, ambos de un color marfil.

Sergio, es un granjero de gran poder, tiene una de las fincas más grandes del pueblo, le gusta ayudar al joven ofreciéndole trabajo de vez en cuando sin importarle su condición de omega. Lucha constantemente a favor de los derechos de los omegas, cree que tienen las mismas capacidades para trabajar que cualquier otro, en su finca se podría decir que trabajan más omegas y betas que cualquier otro rango, quizás un par de deltas.

Javier y su familia tienen una pequeña casa a las afueras del pueblo, por lo que debe caminar un largo trayecto hasta las inmediaciones de un pequeño bosque. Aunque no le importa, no sufre de miedo por algo o alguien en particular, solo por su padre. Aprendió a defenderse por las malas, aunque la verdad es que no le prestan mucha atención cuando no está en su etapa de celo.

En ese pueblo los omega no tienen permitido realizar trabajos fuertes debido a que se les considera inútiles o solo máquinas para bebés, un pensamiento que sigue presente en la mente de muchos. Los beta, por su parte, sí pueden desenvolverse en las profesiones básicas, y Javier aprovecha esto para hacerse pasar por uno de ellos engañando al pueblo entero.

Ese día, Javier debía comprar algo de comida y hierbas para la poción supresora que hacía su madre. Es una manera bastante efectiva para evitar los calores del celo, ya que no tiene pareja. A veces, dudaba de que en realidad llegase a tener alguna. Ningún o ninguna alfa se fijaría en un omega como él, así que se dirigió al mercado del centro del pueblo donde se encontraban los puestos donde vendían las hierbas. Saluda tímidamente a los dueños de locales y tiendas improvisadas cerca del muelle. Compra las plantas que le apuntó su madre en una hoja y algo de pescado para cocinar; toma unas manzanas y un paquete de arroz a hurtadillas, guarda todo en su saco sin que nadie se de cuenta y sale rápidamente del lugar. Es un ladrón experto, muchas veces no quiere trabajar porque puede conseguir todo de un modo fácil, pero su madre insiste en que ese no es un buen camino. Si su padre se llegara a enterar lo mataría a golpes tan solo para cuidar la apariencia de gran alfa y jefe de familia. En realidad, no pertenecen a ninguna manada, prefirieron quedarse por fuera y alejados del pueblo.

Caminando de regreso hacia su casa por aquel sendero de tierra en medio del bosque, escuchando de vez en cuando el canto de las aves y apreciando la calma que le regalaba la naturaleza, detecta un aroma en el aire, no muy fuerte, pero atractivo para él, además de poco usual, no pertenecía a nadie conocido.

Altamar // EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora