Capítulo 41

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—Príncipe, lo siento, pero su padre no me deja llevarlo allí. —Yohn estaba molesto y gruñía a aquel hombre que no le dejaba ir a la orilla del mar.

—¡Ya soy un hombre! ¡Tengo 5 años! —En un vago intento de mostrar sus colmillos, solo provocó la risa de su cuidador—. ¡Algún día entraré allí y viajaré por el agua!

—No lo dudo, príncipe, pero está muy pequeño aún para eso. —El joven tenía la orden de vigilar al menor de los príncipes, que era el más inquieto. Muchos preferían cuidar a Louis, un chico más calmado, que amaba la lectura y la suave música de los flautistas.

El joven a cargo de su cuidado tenía poca paciencia, era un beta que pasó muchos años bajo las órdenes del rey Min, así que dejó al príncipe jugando en la arena y fue un momento a hacer sus necesidades a un sanitario cercano.

El castillo no poseía murallas ni nada que impidiera la entrada y salida de personas al lugar, incluso en la parte trasera estaba el muelle privado con una pequeña sección para juegos que hicieron para el futuro "omega" de los reyes.

Yohn volteó a su alrededor y no consiguió al beta. En su pequeña mente se procesaron muchas cosas, se le dibujó una sonrisa en el rostro, pues sabía que ésta sería su única oportunidad.

Se levantó quitándose sus zapatos, se sacudió la arena y caminó hacia la orilla del mar. Le gustaba sentir la arena en sus piecitos, aunque Louis siempre lo regañaba cuando lo veía así. Un escalofrío lo recorrió al sentir el agua tocándole hasta los tobillos, se sentía tan bien. Volteando hacia atrás se dio cuenta que seguía solo y al mirar al agua pudo ver a aquellas chicas que siempre lo invitaban a jugar.

—¡Pequeño príncipe, ven con nosotras! —Una pelirroja llamó su atención, quería jugar con el pequeño—. No te vas a hundir.

Dudando un poco, Yohn siguió adentrándose, notó cómo el agua empezaba a brillar bajo sus pies, caminó sobre ella sin hundirse, llegó hasta donde estaban estas mujeres que le daban pequeños obsequios del mar.

—Este pequeño alfa tendrá una vida un poco difícil —Yohn se extraña al escuchar eso, siempre le dicen omega, no alfa—, pero llegará un amor que cambiará su futuro en un parpadeo. Serás muy afortunado, príncipe.

—¡Asco...! —El pequeño se imaginó besando a alguien más y sintió repulsión. Esas eran cosas asquerosas de adultos, su rostro expresaba asco y las sirenas se reían del pequeño.

Una gigante cosa de color blanco pasó justo por debajo de ellos, haciendo tragar en seco al cachorro.

—¡Un monstruo! —gritó corriendo a los brazos de una de las sirenas, a la que le pareció tierna su reacción, acarició su cabello, demostrándole que no había nada de qué temer.

—No temas príncipe, se llama Whalien, es nuestra amiga —le indicó una sirena de cabello castaño claro—. Es el guardián del mar.

—¡Príncipe Min! ¡Regrese acá en este instante! —Se pueden escuchar los gritos del beta que había vuelto, no iba a pensar que el pequeño estaría en manos de las sirenas y caminando sobre el agua—. ¡Señoritas acerquen a ese cachorro!

—¡Estoy jugando con... mis amigas! —le gritó el pequeño Yohn, aferrándose e inflando sus mejillas.

El agua comenzó a agitarse y el pequeño príncipe cayó al agua, sintiendo cómo ésta empezaba a entrar en su cuerpo.

¿Por qué pasaba esto si estaba jugando? Sentía como su cuerpo perdía fuerzas, abrió sus ojitos en medio de las oscuras aguas y pudo ver a aquel monstruo: una gran ballena blanca iba hacia él.

Altamar // EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora