Capítulo 37

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El cascabel suena retumbando en los oscuros pasillos del Whalien. Javier se encuentra paseando por el barco luego de pasar una noche un tanto tormentosa por las visiones de las sirenas. No puede evitar sufrir al recordar una imagen en particular: Min Yohn con otra persona a su lado que no era él.

Posiblemente, moriría en la batalla y el capitán volvería a hacer su lazo con otro omega. Su pecho duele y sus lágrimas recorren sus abultadas mejillas, es un dolor que solo él debe soportar. A su propio criterio, no quiere comentarlo con el capitán, el solo hecho de perderlo lo destruye, ese pirata se volvió su sol.

Su mano automáticamente se dirige a su vientre, quiere al menos que su cachorro pueda salvarse de las garras de Louis, será la única manera en que aceptaría su partida y el nuevo lazo de su alfa.

—No te quiero perder, Yohn —susurra Javier secándose unas lágrimas silenciosas, no debe preocupar a nadie en el lugar.

—¿Por qué me perderías? —El capitán Min está caminando por el pasillo de madera, afincando sus pisadas haciendo resonar el fuerte sonido de sus botas de cuero y mira de frente al omega. Había sentido el repentino tirón en el lazo con su omega y se preocupó, aunque no lo quiera decir. Éste busca levantar su rostro con la mano, entiende el porqué de las repentinas ganas de llorar, de aquel dolor que se siente como propio, partiendo su alma en pedazos. Su mirada se centra en aquel objeto que resuena en la oscuridad, ese pequeño cascabel en la muñeca de su omega, duda que tenga algún uso, pero Javier se niega a quitárselo.

—Yohn, tengo miedo, mucho miedo. —Abraza al alfa y esconde su rostro en el cuello, busca calmarse con el intenso aroma a chocolate—. No se aleje nunca de mí.

—Nunca me alejaré. —Corresponde el abrazo y su mente comienza a buscar culpables del motivo por el cual su pastelito se encuentra deprimido. La fiebre se le pasó luego de toallas húmedas y caldos de verduras, pero su semblante sigue triste, su pecho se siente apretado como si algo muy pesado estuviera pisando su corazón. Las lágrimas ruedan por las mejillas del alfa, es imposible no sentir nada, su lazo es tan fuerte que puede leer todos y cada uno de los sentimientos, emociones y cualquier cosa que altere al omega.

—Capitán —Adrián se acerca a la pareja que se encuentra sumergida en su propia burbuja—, bajaré con Tristán en la pequeña isla Azul, a pedir... lo que... usted dijo.

Javier no entiende, pero al parecer ellos dos saben muy bien de qué hablan. Solo queda el misterio dando vueltas en su cabeza. La isla, según escuchó de Jude, es un lugar donde se fabrican joyas y ropa de alta calidad.

—No tardes, no queremos levantar sospechas —dijo Min. El alfa se despide y desaparece de la vista de ambos.

—¿Qué está haciendo Adrián? —El omega cruza sus brazos esperando una respuesta coherente del capitán—. La Isla Azul es solo para la realeza, hasta yo sé eso.

—Luego te darás cuenta, pastelito. —Toma el rostro del omega entre sus manos y besa su frente, seguido de su nariz, dejando de último esos carnosos y tibios labios que lo vuelven loco—. Un poco de paciencia y lo sabrás.

Los pasillos del Whalien siguen oscuros, a pesar de ser de día. Henrik enciende todas las antorchas del lugar mientras hace su ronda de vigilancia con Eimi cargada. Para Javier es imposible estar con su hermana todo el día, entre Henrik y el capitán se la pasan separados.

Liam está en la cocina "supervisando" y discutiendo con el actual chef del barco sobre si debería llevar nuez moscada o no la salsa para la lasaña.

—Tienes que agregarle una pizca, es el toque mágico —Liam hace un movimiento como imitando una varita mágica—, si no va a quedar insípida.

Altamar // EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora