• Capítulo 4 •

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Jueves 28 de Octubre 2010, Rabat, Marruecos.

El alcalde Musalem estaba sentado en su oficina, uno de los pocos edificios occidentales que la ciudad poseía. Si bien era hermosa y atractiva, la mayoría de las construcciones que preferían los marroquíes eran las construidas con ladrillos de barro secados al sol, sólidas, firmes y hermosas. Por ser la máxima autoridad bajo el rango de ciudades, su agenda estaba sumamente apretada, pero de todas formas esperaba una llamada específica de confirmación.

—Saba'a AlKair. Hal tatakalm Alingli'zia? (Buenos días, ¿habla inglés?) —Preguntó porque el árabe del hombre que llamaba era bastante precario, por suerte Rashid dominaba el idioma—. Qué bueno, así podemos entendernos mejor.

Está confirmada la llegada de la muchacha de Estados Unidos, va de intercambio por un año y, es bueno que le aplique sus costumbres y reglas, no se deje dominar porque, bueno, la alumna Jauregui no es fácil de controlar.

Una vez más, quedaba demostrada la ignorancia de las personas. Si conocieran bien a Lauren, se darían cuenta de que con buenas palabras todo se puede, además, era una muchacha dañada por la sociedad y los prejuicios.

—¿Cuándo llegaría al aeropuerto? Tengo que enviar a uno de mis socios para buscarla, se sentirá tan perdida en este lugar.

Trátela como si fuese una sirvienta más, no sabe el favor que nos hace en aceptarla en su hogar Sr.Musalem. Llegará mañana en la mañana a Rabat.

Después de algunas conversaciones finalizó aquello. Se reclinó en el asiento mientras comenzaba a pensar si había sido bueno inscribirse en INTERNATIONAL STUDENT SERVICES ORG. Un Programa a nivel mundial para que los alumnos vivan nuevas experiencias, y conozcan culturas diferentes. En este caso, ese programa había sido mal empleado para deshacerse de Jauregui.

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Flash Back

Al llegar a esos sectores, se acordó de su niñez. Tal vez en el fondo si agradecía que sus padres la metieran a un internado cuando apenas tenía 10 años. ¿Qué hubiera pasado si hubiera seguido en casa? Quizá no estaría viva o bien sí lo estaría, pero incluso se pudo haber hecho una drogadicta, o el destino le pudo deparar algo peor.

El rugido del motor se calaba en cada rincón, en los trastes de basura, en las luces de la calle, las paredes de los humildes hogares. Toda persona que estuviera cerca se quedó mirándola extrañados. Es que en Villa Alegre nadie posee Alegre una moto de ese costo, tan llamativa y reluciente. Paró afuera de lo que era su casa, de madera y diminuta. Se escucharon unas voces dentro, pero una en particular le llenó el corazón de alegría. Se sacó el casco al mismo tiempo que un niño abría la puerta riendo alegremente. Se parecían bastante, así lucía ella cuando tenía 5 años, salvo por una cosa, Christopher no sufrió el maltrato familiar, ni los golpes, ni una noche de soledad.

—¡Lauren! Hermana, viniste!

—Pues claro, bonito, mira lo que me regaló un profesor, Carlos Springer —lo tomó entre sus brazos y lo sentó en la moto.

—¿Puedo manejarla yo? —su inocencia era lo que más amaba, sería tan doloroso desprenderse de él.

La ojiverde alzó la vista y vio salir a la mujer de 70 años que cuidaba al chiquilín. Era una señora de buen corazón, lo hacía sin pedir jamás algo a cambio.

—Hola señora Lutz —la frialdad de su mirada mostraba que tenían asuntos importantes que conversar—. Christopher, ¿quieres sentarte encima de la moto a jugar? —La ilusión en sus ojitos se veía tan vivamente por el brillo que de inmediato aceptó.

『 Harām 』─  {Camren}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora