Capítulo 4

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La profunda voz masculina retumbó con desagrado en el auricular.

—Tengo otra llamada. Dispone de treinta segundos.

—Tiempo insuficiente —replicó YoonGi—. Es necesario que nos sentemos los dos para que me pueda hacer una idea más concreta de lo que anda buscando. —No gastó saliva en pedirle que rellenara el cuestionario que tantas horas le había llevado perfeccionar. La única forma de conseguir la información que precisaba era sonsacársela.

—Digámoslo así—contestó él—. La idea que tiene mi futuro esposo de pasar un buen rato es sentarse en Soldier Field en enero, con el viento soplando desde el lago a treinta nudos. Es capaz de alimentar a media docena de atletas universitarios con una comida a base de espaguetis sin previo aviso y de hacer dieciocho hoyos jugando al golf con los tees de los hombres sin ponerse en evidencia. Es sexy como un demonio, sabe vestirse y le hacen gracia los chistes de pedos. ¿Alguna cosa más?

—Sólo que cuesta un montón dar con hombres lobotomizados hoy en día. No obstante, si es eso lo que desea...

Un resoplido sordo. Si era de irritación o de risa, no pudo discernirlo.

—¿Le iría bien mañana por la mañana? —preguntó YoonGi, tan jovial como si fuera uno de los animadores con los que sin duda se había citado por docenas en sus días de deportista universitario.

—No.

—Diga usted pues dónde y cuándo.

Oyó entonces un suspiro que combinaba resignación y exasperación.

—He de ver a un cliente en Elmhurst dentro de una hora. Puede usted acompañarme hasta allí. Espéreme delante de mi despacho las dos. Y si no llega puntual, me iré sin usted...

—Allí estaré.

Colgó el teléfono y sonrió al hombre que se sentaba al otro lado de la mesa de cafetería de metal verde.

—Bingo.

Zyean Constanz Becker dejó sobre la mesa su vaso de té helado.

—¿Le has convencido de que rellene el cuestionario?

—Más o menos —contestó YoonGi—. Tendré que entrevistarlo en su coche, pero más vale eso que nada. No puedo ir más allá hasta hacerme una idea más concreta de lo que quiere.

—Rubio y con pene. Asegúrate, y dale recuerdos. —Zyean sonrió y desvió la mirada hacia el conjunto de lirios llenos de hierbajos que marcaban el límite entre su jardín y la callejuela trasera de su dúplex en Wrigleyville—. Tengo que admitir que está bastante macizo... siempre que te vayan los hombres duros y castigadores pero a la vez taaan ricos y exitosos.

—Te he oído.

Teo, el marido de Zyean, asomó la cabeza por la puerta abierta del patio.

—YoonGi, esa enorme cesta de fruta no alcanza ni por asomo a compensarme por lo que me hiciste pasar la semana pasada.

—¿Y qué me dices del año de canguro gratis que te prometí?

Zyean se dio unas palmadas en su vientre casi plano.

—Has de admitir, Teo, que sólo por eso ya valía la pena.

El siguió paseando por fuera.

—No pienso admitir nada. He visto fotos de ese tío, y todavía tiene pelo.

Teo estaba más susceptible de lo normal en lo tocante a su pelo, que ya raleaba, y Zyean le miró con ternura.

—Me casé contigo por tu cerebro, no por tu pelo.

—Jeongguk Jeon fue el número uno de su promoción de Derecho —dijo YoonGi, sólo por meter cizaña—. Así que está claro que también tiene cerebro. Razón por la cual le cautivó tanto nuestro Zy.

Teo se negó a morder el anzuelo.

—Por no mencionar el pequeño detalle de que tú le dijiste que era instructor sexual.

—No es cierto. Le dije que era una autoridad en materia de instructores sexuales. Y he leído su tesis doctoral, así que eso me consta.

—Tiene gracia que no te molestaras en mencionar que ahora ejerce de psicólogo en una escuela de primaria.

—Teniendo en cuenta todo lo demás que no me molesté en mencionar, parecía una cuestión irrelevante.

YoonGi había conocido a Zyean y Teo al poco de dejar la universidad, cuando vivieron en el mismo bloque de apartamentos. A pesar de que perdiera pelo, Teo era un tío enormemente atractivo, y Zyean le adoraba. De no estar los dos tan enamorados, a YoonGi nunca se le habría pasado por la cabeza recurrir a Zyean para aquella noche, pero Jeongguk lo había puesto entre la espada y la pared, y la situación era desesperada. Aunque tenía en mente unos cuantos hombres que presentarle, no estaba seguro de que ninguno de ellos le causara el efecto demoledor que necesitaba para garantizar que firmara el contrato. Entonces pensó en Zyean, un hombre que había nacido con ese gen misterioso que hacía que los hombres se derritieran con sólo mirarlo.

Teo seguía sintiéndose agraviado.

—El tío es rico, tiene éxito y es atractivo.

—Y tú también —dijo Zyean con toda lealtad—, excepto por lo de rico, pero todo llegará.

La empresa de software que Teo gestionaba desde su hogar empezaba por fin a producir algún beneficio, y era por ello que estaban a punto de mudarse a su primera casa. YoonGi experimentó una de esas punzadas de envidia que le daban a cada rato cuando se encontraba con ellos. Él deseaba una relación así. Hubo un tiempo en que creyó que la tenía con Hyun, lo que le dio ocasión de comprobar que era una insensatez creer en seguir los dictados de su corazón.

J M, HS D K [ggukgi]Where stories live. Discover now