Capítulo 22

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YoonGi salió corriendo al pasillo desierto. De los altavoces salía música suave, y la iluminación, tenue y romántica, arrancaba un resplandor relajante de las paredes granates, pero él no podía dejar de temblar. Creía que Tae le había partido el corazón, pero aquel dolor no había sido nada en comparación con lo que sentía ahora. Nada más pasar el comedor, se topó con un rincón amueblado con un confidente y un par de sillas Sheraton. Jeongguk lo seguía, pero YoonGi insistió en darle la espalda, y Jeongguk tuvo la lucidez de no tocarlo.

—Antes de que digas nada que luego vayas a lamentar, YoonGi, déjame sugerirte que enciendas tu fax cuando llegues a casa. Voy a mandarte el recibo de un joyero por un anillo de tamaño considerable. Fíjate en cuándo lo encargué. El martes, hace cuatro días.

De modo que había dicho la verdad al contar que había decidido casarse con él la noche de la fiesta. No le supuso consuelo alguno. A pesar de que sabía que Jeongguk tenía ese agujero emocional en su interior, había pensado que YoonGi podría guardarse de caer nunca en él.

—¿Me estás escuchando? —dijo—. Ya había decidido casarme contigo antes de conocer a un solo miembro de tu familia. Siento haber tardado tanto en ver las cosas claras, pero, tal y como te ha faltado tiempo para señalar, soy un idiota, y lo único que he conseguido esta noche ha sido demostrar que tienes razón. Tendría que haber hablado contigo en privado, pero empecé a pensar en lo mucho que significaría para ellos ser parte de esto. Obviamente, se me fue la cabeza.

—Ni se te ocurrió que yo fuera a negarme, ¿no? —Tenía la mirada perdida en su reflejo desvaído en la ventana—. Tenías tan claro que yo estaba loco por ti que ni siquiera lo dudaste.

Jeongguk se le acercó por detrás, hasta el punto en que pudo sentir el calor de su cuerpo.

—¿No lo estás?

Se había creído muy listo restregándole a Andreas por las narices pero Jeongguk había sabido interpretar su pantomima, y ahora lo había despojado de los últimos restos de su amor propio, por añadidura a todo lo demás.

—Sí, bueno, ¿y qué? Me enamoro con facilidad. Por fortuna, lo supero con la misma facilidad.

—Menuda mentira.

—No digas eso.

Finalmente, se volvió para mirarle de frente.

—Te conozco mucho mejor de lo que piensas. Viste lo bien que me llevaba con los chicos en la fiesta, y fue entonces cuando te diste cuenta de que sería un activo para tus negocios, lo bastante importante para compensar que no soy una belleza despampanante.

—Deja de hacerte de menos. Eres el hombre más hermoso que he conocido jamás.

Podría haberse reído ante su desfachatez si no le doliera tanto.

—Para de decir mentiras. Soy una concesión, y ambos lo sabemos.

—Nunca hago concesiones —replicó él—. Y te juro que no las he hecho contigo. A veces dos personas encajan, y es lo que nos ha pasado a nosotros.

Era escurridizo como una anguila, y no podía permitir que la desarmara.

—Empieza a tener sentido. Tú no eres partidario de incumplir los plazos. Se avecina tu treinta y cinco cumpleaños. Es hora de tomar iniciativas, ¿verdad? En la fiesta, viste que yo podía ser un activo para tus negocios. Te gusta estar conmigo. Luego, esta noche, descubres que pertenezco al tipo de familia rica y distinguida que andabas buscando. Supongo que eso ha acabado de decidirte. Pero se te ha olvidado algo, ¿no crees? —Se forzó a mirarle a los ojos—. ¿Qué hay del amor? ¿Qué pasa con eso?

Respondió sin vacilar un instante.

—¿Que qué pasa? Pon atención, porque voy a empezar por el principio. Eres precioso, todo tú. Amo tu pelo, el aspecto que tiene, su tacto. Adoro tocarlo, olerlo. Amo la forma en que arrugas la nariz cuando te ríes. Me hace reír, además; no falla. Y adoro verte comer. A veces parece imposible que te puedas meter la comida en la boca a esa velocidad, pero cuando una conversación te interesa se te olvida que la tienes delante. Sabe Dios que adoro hacer el amor contigo. Ni siquiera puedo hablar de eso sin desearte. Adoro tu patética fidelidad a tus jubilados. Adoro lo duro que trabajas... —Y así continuó un rato, dando vueltas por un mínimo sector de la alfombra y catalogando sus virtudes.

J M, HS D K [ggukgi]Where stories live. Discover now